Los ardides, insinuaciones y acusaciones contra otros candidatos entraron con fuerza ––o, como diría un cronista deportivo, “tuvieron protagonismo”–– en la campaña de las elecciones seccionales del 24 de marzo, utilizando las redes sociales como mecanismo de amplificación con una fuerza inédita. En algunos casos se trató de una campaña sucia en todo el hedor de la palabra: un esfuerzo sistemático para desprestigiar y sembrar dudas sobre el candidato opositor, en un intento de restarle votos y proyectar su propia imagen como denunciante justiciero, pensando que así el acusador llegaría a ganar el puesto al que aspiraba… Sin embargo, mientras ese candidato que blandía las acusaciones se empeñaba en debilitar a su contrincante, un tercer candidato, del que se habían olvidado y al que no prestaban importancia, se coló por la tranquera y ganó las elecciones.
Esto es exactamente lo que pasó en Cuenca y en Quito. En la capital azuaya, los cuencanos se hartaron de las acusaciones lanzadas por Paúl Carrasco contra Marcelo Cabrera, lo que dio pista a otro candidato, Pedro Palacios, que no figuraba como favorito, para que se les adelante y gane la alcaldía con 28,06% de los votos. Cabrera, el alcalde que destrabó el problema de la construcción del tranvía y que lo ha puesto en funcionamiento, solo llegó a 19,45% y Carrasco, el acusador, a 14,56%. Mientras tanto, un cuarto candidato, a quien al inicio de la campaña se le creía invencible, el medallista olímpico Jefferson Pérez, se hundió por su propia culpa y se quedó en 22,20% (culpa por presentarse sin partido ni movimiento y, por lo tanto, sin nadie que le hiciera la campaña, y culpa por los repetidos errores en sus entrevistas de radio y TV).
En Quito pasó algo parecido. César Montúfar se lanzó en una desaforada campaña de ataques contra Paco Moncayo. Montúfar, a quien se le conocía como hombre sereno y valiente, perdió literalmente los papeles y llenó de acusaciones sin fundamento a una persona que no solo ha dado gloria al Ecuador sino que ha sido un hombre íntegro, de vida austera y ejemplar. Sus acusaciones siguieron exactamente la misma línea que Correa y Augusto Barrera emplearon contra el Gral. Moncayo, con la ayuda del corrupto contralor Pólit; más aún, no le dio empacho utilizar el mismo infame informe fraguado por Pólit para atacar a Moncayo por el contrato del nuevo aeropuerto internacional de Quito y que sirvió de base a la persecución correísta y al inicuo juicio en el que, a pesar de todas las presiones de Correa a la justicia, quedamos absolutamente exonerados.
La frustrada maniobra política de Montúfar solo perjudicó a Quito pues, aunque sí debilitó a Moncayo, no le permitió al gestor de la campaña sucia superarle en votos, mientras el correísmo se crecía y Jorge Yunda entraba por la tranquera.
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