En la plaza central de Montecristi, un Eloy Alfaro de bronce da la espalda al Santuario de la Virgen de Monserrate. Ese cantón manabita es la cuna del combatiente liberal. Sus habitantes mezclan sus creencias católicas con un ferviente apego a Alfaro. Algunos sonríen y a otros se les quiebra la voz al hablar del Viejo Luchador. Lo recuerdan como un hombre fuerte, pese a su 1,56 m de estatu-ra, empuñando un machete de montubio para luchar.
El lunes pasado, las nubes grises amenazaban con lluvia. Eso no impidió los preparativos para recordar los 100 años de su fallecimiento. Un empleado del Cabildo limpiaba con un paño el busto de bronce, mientras los que pa-saban por la plaza le gritaban: “¡Báñalo bien!”.
Al frente, en la calle Sucre, trabajan los artesanos de sombreros de paja toquilla. Como en la historia de Alfaro, los padres instruyen a sus hijos en ese oficio. “Una abuela me contaba que fue un hombre inteligente, que luchó por los pobres y exportó nuestros sombreros”, dijo Bertha Pachay mientras juntaba las hebras de toquilla con sus habilidosos dedos.
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Desde hace 31 años teje sombreros con su tío Clemente Pachay. Dentro de vitrinas de vidrio exponen sus creaciones. Los precios van entre USD 60 y 30 000. Mientras más gruesa es la paja el costo se abarata. La artesana esperaba que con la conmemoración del centenario “el Presidente nos ayude, como lo hizo Alfaro”.
En el cerro Montecristi, detrás de la Basílica de Monserrate, se levanta el Centro Cívico Ciudad Alfaro. En el Plenario, una de las instalaciones del complejo, se redactó la Constitución del 2008.
En el 2011, 164 322 personas visitaron el sitio. Otra edificación del complejo es el Mausoleo de Alfaro. Por fuera parece una vasija de barro invertida que guarda un cofre con parte de las cenizas del Viejo Luchador, el relato de sus luchas y un busto que mira al cielo.
En frente, en un museo, hay una reproducción de la casa donde nació Alfaro, el 25 de junio de 1842. De la villa original se recuperó una placa de bronce que obsequió la familia de Juan Montalvo, amigo de Alfaro.
Su huella fuera de casa
A 1 kilómetro (km) de la cabecera cantonal de Montecristi está la parroquia Colorado. Alfredo Montalbán, de 72 años, recordaba que su papá le relató sobre el precursor del ferrocarril en el país. “A 3 km de aquí guardaban sus caballos. A ese sitio le llamaban Los Corrales”, recordó.
En Colorado, Alfaro lideró la primera montonera frente a la iglesia de Santa Marianita, a sus 22 años. El lugar está sobre una loma, a unas cuadras de la casa de Montalbán. Una puerta de hierro impide la entrada. A través de los agujeros del portón no se divisa ninguna efigie. Pese a ser un escenario de la historia del liberalismo “durante 10 años las autoridades no hicieron nada para su restauración”, dijo María Bailón, presidenta del Comité Pro mejoras Virgen de Guadalupe.
Para ella, Alfaro “era una persona que luchaba por su pueblo”. A diario la mujer, de 44 años, sube la loma de tierra para revisar el sitio. El Comité recibe la ayuda del Cabildo para restaurar la iglesia.
A 24 km está Portoviejo, capital manabita. A un costado de la plaza Eloy Alfaro yacen restos del buque Alajuela. Sentado sobre uno de los piñones, oxidado en los bordes, estaba Richard Cabrera, de 40 años. Él recordó que el caudillo usó esa nave en la batalla de Balsamaragua (1884).
Las partes del navío descansan sobre tierra de sembrar sin ningún letrero informativo. “Es una lástima que esté así esto”, dijo señalando los fierros pintados de plomo. En el centro de la plaza hay una base negra, sobre esta se asentaba una estatua que fue retirada en julio del 2010 para su renovación. “Eso no se parecía a Alfaro, era un chinito. Aún esperamos que lo vuelvan a traer”, dijo.
Desde la capital manabita, 25 km hacia el oeste, está puerto Jaramijó. El martes pasado el sol caía sobre los botes celestes fondeados en la orilla. Mirando el mar, Julián Flores recordó cuando su abuelo le contaba leyendas de Alfaro. Allí el caudillo ordenó quemar el buque Alajuela ante una derrota. “Se lanzó en un barril y llegó aquí a la orilla”, contó.
En Santa Ana, otro cantón manabita, Leoncio Chávez, de 77 años, y su hijo Robert tienen un local frente al monumento de Alfaro. A Leoncio se le humedecían los ojos al recordar al caudillo. Su hijo dice que para su papá es difícil conversar del tema. El pueblo fue una parada de los montoneros en la época de la revolución. Al igual que en Montecristi, allí un Alfaro de bronce da la espalda a una iglesia de Santa Ana de Vuelta Larga, como se la conocía.
En los demás cantones
Algo de historia. En Flavio Alfaro no hay ninguna estatua en honor al caudillo. John Cuadras, primer alcalde del cantón (1988), recordó que el sitio debe su nombre al sobrino del Viejo Luchador
En Jaramijó. En la plaza central hay un busto de Eloy Alfaro. Pero el sitio tiene las luminarias dañadas. Marina Espinel, de 75 años, dijo que por respeto deben arreglarlo.
Falta mantenimiento. Un busto que precisa arreglos está en la entrada a Chone. “Proclama Liberal” se lee detrás de la estatua de bronce.