Según la psicología, los fantasmas expresan los miedos, la culpa y los deseos reprimidos de los atribulados sujetos. En cambio, los fantasmas políticos gozan de una existencia menos escurridiza: aparecen de vez en cuando en la televisión y dejan una huella imprecisa en las encuestas de opinión, pero cuando su amenaza se torna verosímil e inminente, el gallinero se alborota como si se aproximara un zorro.
Eso ha sucedido ahora que Correa y sus agentes pretenden tomarse el Consejo de Participación Ciudadana. De modo que las elecciones de marzo, con su ridículo y anodino desfile de caciques locales y arribistas desconocidos que ofrecen el oro y el moro, se han cargado de alarmas y adrenalina pues serán el punto de partida de otro absurdo conflicto nacional. ¿Puro bluff del fantasma del ático? Ni tanto: según la última encuesta de Cedatos, a pesar de los innumerables delitos que han sido denunciados, Correa mantiene un 23% de credibilidad, solo 5 puntos menos que el presidente de la República, contra quien apunta sus dardos. Moreno es, para los correístas, el enemigo principal.
¿Se trata de un ajuste de cuentas personal o de una táctica electoral que abiertamente clama revancha o hay algo más detrás? Pues para ellos sí: necesitan frenar los juicios y evitar que los sigan metiendo en la cárcel o pidiendo boletas rojas a Interpol. Consciente de esto, la respuesta de Moreno ha sido plantear una comisión internacional para investigar a fondo la corrupción y rastrear por el mundo los dineros mal habidos, además de ratificar la Declaración de Chapultepec y llegar a un acuerdo con el FMI. Tres medidas anticorreístas que superan la coyuntura electoral.
Nebot y Lasso también abordan los comicios de marzo como un calentamiento para las presidenciales del 2021. Sin embargo, para Nebot, aliado del Gobierno, su principal enemigo no es Correa sino Lasso, quien habría conquistado la presidencia si hubiera contado con su apoyo. En cambio, con el gobierno ‘revolucionario’ tenían los socialcristianos un vaso comunicante que fluía tras bastidores: Alexis Mera. Este otro destacado delfín de León y mano derecha de Rafael se dio el gusto de diseñar para la izquierda verde-flex el aparato jurídico de un Estado autoritario que habría encantado a su mentor.
¿Casualidad? No: el estilo político de Correa era la síntesis de León y Abdalá, con el añadido del chavismo que le dio a este curuchupa doctorado en Illinois un barniz socialista y novedoso que funcionó en el 2006, pero que ya es una mercancía obsoleta. ¿Entonces qué vende Correa? La regresión a un mundo autoritario y corrupto. Busca meter miedo pues sabe que eso alimenta a los fantasmas; eso y la historia nacional. Pero una vez que se les arrancha la sábana no queda nada. Nada más, en su caso, que un político fugitivo que debe responder ante la justicia.jayala@elcomercio.org