La crisis de Venezuela tiene un nuevo foco de conflicto alrededor de la ayuda humanitaria. Es una iniciativa de una parte de la comunidad internacional para aliviar a miles de venezolanos asolados por la escasez de alimentos.
Pero la determinación del presidente de la Asamblea y presidente interino, Juan Guaidó, choca con el discurso chavista. El truculento planteamiento de la Vicepresidenta Delcy Rodríguez es que los alimentos están envenenados. Lo propio dice Nicolás Maduro y añade que los venezolanos no requieren esa ayuda.
Ni bien se supo de los convoyes de alimentos que llegan para socorrer a Venezuela, el Régimen taponó el puente internacional en Cúcuta.
Durante los 20 años del chavismo, un debate permanente es la falta de alimentos y medicinas. Venezuela importaba todo tipo de bienes. La caída de los precios del petróleo transformó el panorama y todavía se debate si la producción de 3 millones diarios de barriles ha bajado a un millón por ineficiencia o si es otra estratagema del Régimen, que seguiría recibiendo ingentes recursos.
Como telón de fondo está la asfixia a los medios privados de comunicación, la proliferación de medios oficialistas y de propaganda y la persecución a los periodistas independientes y críticos. Lo propio ocurrió con los activistas de oposición: muchos han ido a parar a la cárcel y el sostenimiento de la mayoría en el Parlamento ha sido todo un reto.
El dinero dilapidado en un ejército que llegaría a 150 000 hombres -aunque se duda de su real capacidad operativa-, una Guardia Nacional que sirve como fuerza de choque y de represión gubernamental, así como las milicias populares son un activo cuantioso.
Todo esto en un escenario global donde el petróleo es clave y tensa la cuerda entre los aliados de Maduro y los gobiernos que cuestionan su legitimidad. Allí están Rusia y China, compradores de crudo y proveedores de armas, como explica BBC Mundo, y Estados Unidos y sus intereses. Todo un ajedrez en el tablero de una frontera que verá mover las piezas el 23 de febrero.