‘La primera vez que vi un fantasma’ fue publicado por la editorial española Candaya. El libro está a la venta en librerías de Ecuador. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
En ‘La primera vez que vi un fantasma’, Solange Rodríguez Pappe reúne 15 relatos. Son historias atravesadas por la presencia de “fantasmas” y por paisajes fanstasmagóricos, llenos de rincones lúgubres por donde transitan personajes que cargan con cierto halo de desesperanza y nostalgia (la famosa ‘saudade’).
Al transitar por estos relatos es inevitable preguntarse cuál es el rostro que tiene el miedo o el terror en la narrativa de la segunda década del siglo XXI, o cuál es el rostro que quieren develar escritoras como Rodríguez, Ojeda, Ampuero o la argentina Samanta Schweblin.
Una de las posibles respuestas es que ahora los fantasmas ya no son esos seres etéreos que se cuelan por las noches en medio del la oscuridad. O siguen siendo eso, pero también son la inevitable tristeza que siente la protagonista del cuento que da nombre a este libro, cuando se ve sola en medio de un hotel de mala muerte luego de darse cuenta que su amante no iba a regresar.
Esos fantasmas también pueden tener el rostro de la nostalgia por la ausencia de la madre y del hombre amado, como en el caso de la protagonista de ‘Confeti en el cielo’, un relato en el que la autora coloca al lector frente al último día de la humanidad antes de que la Tierra sea destruida por el choque de un meteorito.
En otros casos, esos fantasmas aparecen enmascarados del tedio de la vida de pareja que, en ‘Paladar’, es condimentado por una ruta gastronómica sui géneris por Lima; o de la inequidad hacia a las mujeres como sucede en ‘Matadora’, un relato sobre la violencia de género que Rodríguez matiza con otra historia -una especie de caja china- sobre una madre y su hija adolescente.
‘La primera vez que vi un fantasma’, un libro poblado por la presencia de animales, sobre todo de gatos, como los mejores personajes de reparto, noches en vela y claroscuros, es una nueva ventana para pensar al terror y a lo terrorífico como algo cotidiano, algo que habita en las pesadillas, en los sueños, pero también en el día a día.
Por eso, no es casual que la autora abra esta serie de relatos con la siguiente frase: “Toda historia de amor es una historia de fantasmas” (Christina Stead y David Foster Wallace con 10 años de diferencia), o que antes de ‘Paladar’ suelte la frase de Patricia Esteban Erles, que empieza diciendo: “El amor es una suerte de canibalismo. Masticamos la imagen del ser amado cuando no está presente, nos preguntamos a qué sabrán sus ojos y su piel”.
Los relatos de este libro también pueden ser vistos como una colección de pequeños instantes de perturbación y de extrañeza. Relatos que, como señala el escritor español José Ovejero, “perviven, a veces más allá de la muerte, nuestras más íntimas pesadillas”.
Con este libro, Rodríguez Pappe se convierte en la segunda escritora ecuatoriana que publica con la editorial española Candaya. Antes ya lo había hecho Mónica Ojeda con ‘Nefando’ y ‘Mandíbula’.