IPS
Brasil lloró dos veces el incendio del Museo Nacional: primero ante el impacto de la destrucción de un patrimonio cultural y científico de 200 años, luego al conocer que la tragedia culminó décadas de negligencia extrema.
Siete horas de llamas incontrolables convirtieron en cenizas 90% de los 20 millones de documentos y objetos históricos, arqueológicos, botánicos y zoológicos provenientes de Brasil, África y otros continentes.
“Me quedé asombrado por el estado de abandono, cuando estuve allá hace dos años, cables pelados, tanto descuido hacía uno preguntarse ¿cómo la gente acepta trabajar acá?”, comentó a IPS Daniel Aarão Reis, profesor de Historia en la Universidad Federal Fluminense, de Niterói, ciudad vecina a Río de Janeiro.
Era previsible, según los testimonios difundidos luego del siniestro. Además de la falta de mantención física del palacio de tres pisos y 11.417 metros cuadrados de área construida, no había un sistema de prevención de incendios, ni personal capacitado para evitar su expansión. Varios edificios de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), que administra el Museo, sufrieron incendios menores en los últimos años.
El escarmiento no generó medidas de seguridad en la universidad, una de las más importantes de Brasil, que se queja de recortes en su presupuesto.
“Desprecio por la cultura”, acusaron muchos. Pero Río de Janeiro posee 58 museos, en la lista del grupo de investigación vinculado a varias instituciones locales. Juntando los centros culturales, suman 133 en la Guía de Museos de la Secretaría de Cultura del estado de Río de Janeiro (datos hasta 2013).
En los cinco últimos años se inauguraron en la ciudad dos grandes instituciones, el Museo de Arte de Río (MAR) y el Museo del Mañana, con gran aporte de recursos y publicidad, como proyectos relacionados a los Juegos Olímpicos de 2016, celebrados en esta ciudad.
Mientras se deterioraba el Museo Nacional, con su historia y acervo acumulado en dos siglos, más volcado al pasado, el Museo del Mañana se convirtió en el gran éxito de público. Este año ya recibió más de tres millones de visitantes.
Desdeñado y bajo la gestión de una universidad pública en dificultades financieras, el Museo Nacional atrajo solo 192.000 personas en 2017, un tercio menos que las visitas de brasileños al Museo del Louvre, en París.
Esa decadencia forma parte de un proceso que en Brasil se destaca en el abandono de los centros históricos de las grandes ciudades, a la vez que se construyen nuevos barrios “modernos”, como Barra da Tijuca, la “Miami brasileña” o nuevas capitales como Brasilia.
En esa línea también se queman bosques, se deforesta la Amazonia para la expansión de la ganadería, la soja y otros monocultivos de la agroindustria, también en desmedro de los pueblos indígenas y tradicionales.