Once muertos y 37 heridos es el saldo de un nuevo accidente de bus (esta vez en la vía Cuenca-Loja) que enluta al país.
Todo muestra que no escarmentamos y que ni siquiera las lágrimas y el dolor de nuestros congéneres nos conmueven como sociedad, más allá del primer impacto de la noticia.
Una vez más el chofer fuga, se suspende la operación de la cooperativa -¿cuántos cierres temporales hemos visto?- y los muertos los ponen los ecuatorianos. La indolencia sigue.
Luego de la tragedia del autobús que llevaba a los hinchas del club de fútbol Barcelona, los reportajes periodísticos corroboraron que los chequeos para otorgar los permisos de operación eran ‘visuales’. Sabemos las consecuencias, contamos muertos, heridos, inválidos. Lo mismo, en Papallacta.
Solo 14 de los 208 municipios del país cuentan con equipos de revisión adecuados. El resto de inspecciones es visual, manual, artesanal. Inaudito.
Todavía pesan aspectos políticos como los que llevaron al anterior gobierno a aumentar el tiempo de los períodos de revisión mecánica, cuando vemos que las carrocerías destruidas se convierten en inmensos sarcófagos.
Urgen más revisiones, efectuadas de modo responsable y completo; conductores preparados y evaluados con rigor; respeto a los límites de velocidad; trato digno a los pasajeros -recién se detectó que se llevaba a un grupo de gente en el maletero de un bus-. El país debe reaccionar. El Gobierno, actuar ya.