Francisco Proaño A.
Columnista invitado
Somalia, en el Cuerno de África, es considerado un Estado fallido dada su casi disolución hace pocos años. Una cruenta guerra entre facciones, puso, entre el 2011 y 2012, en riesgo de morir a unas 3 millones de personas, por hambre y desnutrición.
La falsaria política llevada adelante por el extinto Hugo Chávez y, hoy, por su delfín, Nicolás Maduro, ha hecho de Venezuela una suerte de espejo de Somalia en casi todo: falta de alimentos, medicinas, seguridad y, entre otros flagelos, un éxodo de millones de venezolanos que huyen porque en su patria la sola sobrevivencia se ha vuelto un supuesto utópico.
Falsaria, porque incluso el llamado socialismo del siglo XXI, una versión de capitalismo disfrazado según el filósofo ecuatoriano Bolívar Echeverría, pero que propugnaba en todo caso un proceso democrático y transformador de la economía hacia la igualdad y el desarrollo, fue confundido por los líderes que se encargaron de llevarlo a la práctica –Chávez y Correa, entre otros–, por una serie de pecados capitales: demagogia populista, asistencialismo, clientelismo, corrupción desbocada, despilfarro del dinero público, represión a la libertad de expresión. Pilares de un programa de gobierno delincuencialmente elaborado.
Hoy, nos desafía un éxodo venezolano de proporciones literalmente bíblicas. Lo ilustra el espectáculo de muchos de esos migrantes cruzando a pie la vasta geografía de los andes sudamericanos, arrostrando toda clase de peligros.
Frente a ello, es positiva la iniciativa ecuatoriana de convocar a una cita continental destinada a encontrar soluciones (¿léase paliativos?).
La cita, en principio de carácter técnico, era y es imprescindible. Si bien la causa central de la crisis radica en la dictadura militar venezolana, la agenda de la reunión enfocará fundamentalmente las necesidades vitales de los venezolanos, lo que conlleva definir fuentes de financiamiento suficientes; corredores humanitarios; eliminación de trabas burocráticas innecesarias; cuotas de migrantes por país debidamente distribuidas, atendiendo siempre los principios de la unidad familiar y la libertad de elección de las personas; etc.
Pendiente de extirparse queda el mal central: la persistencia de un régimen oprobioso.
Oportunas, sin duda, iniciativas como la de acusar ante la Corte Penal Internacional a Maduro y su régimen por crímenes de lesa humanidad.
Pero falta profundizar su aislamiento político y económico, proceso en el que la consolidación del Grupo de Lima, al que el Ecuador debería adscribir, parece fundamental. Todo ello, para dar aliento a la oposición venezolana y propender a su unificación.
En tanto persista tal régimen, aquello de Bolivariana en la denominación de la República de Venezuela, resulta más bien una afrenta a la memoria del Libertador.