A nadie tomó por sorpresa la victoria de Iván Duque en Colombia. El electorado brindó su respaldo al candidato que ofrecía profundizar un modelo económico que, con ciertas variaciones, vienen implementando por cerca de dos décadas y ha permitido al país del norte alcanzar de manera sostenida tasas de crecimiento positivas, que van por encima del incremento de la población; y, que pese a no ser las deseadas para arrancar más pronto de la pobreza a numerosos grupos de sus habitantes, les posibilita atender con mayor eficiencia las inmensas necesidades de miles de colombianos que aspiran a integrar de forma plena una sociedad que merezca el calificativo de incluyente.
La otra candidatura era un salto al vacío. Su líder, un admirador de los modelos populistas, que llevaba como bagaje una desastrosa gestión al frente de la municipalidad de la capital colombiana esbozaba un supuesto discurso reivindicador, pero la reciente historia latinoamericana ya ha dado muestras en donde culminan esas experiencias. Sin embargo ha obtenido cerca del 41% de los votos, una cifra que demuestra que gran número de electores no se halla a gusto con los resultados de las anteriores administraciones y se encuentra a la expectativa de algo novedoso, de allí el reto para el mandatario elegido de dar atención a esos llamados de alerta y evitar un mayor fraccionamiento en el país.
Hay que recordar que un candidato de centro se quedó rezagado por la división inentendible de postulantes que ocupaban el mismo espacio político. Quedará por ver quién capitaliza esa calidad de opositor al régimen que está por instalarse y así buscar un lugar estelar hacia el futuro. En filas del nuevo gobierno, eliminada la posibilidad de reelección, surge la figura de Marta Lucía Ramírez la futura Vicepresidenta y primera mujer en conseguir esa posición quién, a no dudarlo, buscará convertirse en la Primera Mandataria para dar continuidad al proyecto político que, con altibajos, se mantiene desde hace algún tiempo.
Sin duda el respaldo obtenido por el mandatario elegido en buena parte obedece a su oferta de evitar la impunidad de aquellos que cometieron crímenes y que, ahora, al amparo de una legislación que se presta a numerosas interpretaciones pretenden evadir la acción de la Ley. No solamente eso sino que, como se ha observado, intentan seguir delinquiendo bajo el paraguas de su condición de ex alzados en armas que les libraría de responder por sus fechorías ante la justicia.
Ecuador deberá mantener las mejores relaciones con el gobierno que asumirá funciones y tendrá que hacerle evidente su aspiración de que el Estado colombiano controle de una buena vez su frontera sur, ejerciendo su soberanía de manera que se sienta su presencia en zonas que han estado abandonadas y que han sido ocupadas por bandas de delincuentes, poniendo en zozobra a poblaciones ecuatorianas enteras. Ojalá que la nueva administración enfile por ese rumbo.