Durante su primer año y medio en el cargo, el Presidente uzbeko Shavkat Mirziyoyev ha hecho de la libertad de expresión un elemento significativo de su agenda de reformas. Tras 27 años de censura y régimen de hierro de Islam Karimov, los medios de comunicación uzbekos son más libres que nunca.
Pero los avances dependerán de más que promesas de un presidente reformista; será necesario el fin de la tradición de acoso, intimidación y encarcelamiento que ha afectado por décadas a los periodistas del país, y compensar a quienes más han sufrido.
El 15 de marzo de 1999, Ruzimuradov y Bekjanov fueron arrestados mientras trabajaban para Erk, un periódico de oposición en idioma uzbeko de Kiev, Ucrania. Ruzimuradov era un reportero del diario y Bekjanov su editor en jefe. Tras ser detenidos, sufrieron torturas y fueron extraditados a Uzbekistán, donde recibieron sentencias de prisión por acusaciones falsas de distribuir un periódico prohibido y planear un golpe de estado.
Mientras el mundo seguía estrechamente el caso de Bekjanov, las coordenadas de Ruzimuradov fueron un misterio. Mi organización, el Comité de Protección a los Periodistas (CPJ) estaba al tanto de su arresto, pero en los últimos años no pudo confirmar dónde estaba ni su estado de salud. Lo incluíamos todos los años en nuestro censo anual de periodistas en prisión, los intentos de confirmar siquiera que estaba vivo siempre encontraban el silencio.
La defensoría internacional para los periodistas encarcelados tuvo pocos resultados en el régimen autoritario de Karimov, quien era conocido por castigar severamente el disenso y por supervisar personalmente el encarcelamiento de sus críticos, incluidos miembros de su propia familia.
Su muerte en 2016 fue una oportunidad para el cambio. En septiembre de 2017, el CPJ escribió una carta abierta pidiendo al nuevo presidente la liberación de todos los periodistas encarcelados por su predecesor, y en ella se incluía a Bekjanov y Ruzimuradov. Bekjanov fue liberado al mes siguiente, y en febrero de 2018 lo mismo ocurrió con Ruzimuradov.
Hace poco conversé con Ruzimuradov sobre sus años en prisión. Hoy tiene 53 años y dice que algún día quiere volver al periodismo, pero que por el momento está centrado en recuperarse del trauma que sufrió. Sigue débil: durante sus 19 años de cárcel fue obligado a mover millones de ladrillos como parte de su castigo. A menudo hizo huelgas de hambre para protestar contra su detención y todavía sufre las complicaciones de una tuberculosis aguda. Y, si bien es un hombre libre, el gobierno sigue restringiendo sus movimientos. Si bien Mirziyoyev ha dado algunos pasos para mejorar el historial de derechos humanos, sigue emulando algunas de las políticas de su predecesor hacia los periodistas.
Project Syndicate