Hace algunos años, una de las escuelas más innovadoras de Quito, indicaba a las familias, la prohibición a que los niños que vean TV, por considerarla perjudicial para su formación.
Tenía razón la escuela al considerar que gran parte de la programación televisiva era basura. Pero ir a la prohibición, en un mundo donde todos acceden a la TV, era irrealizable y contraproducente. Sin embargo, las familias obedecieron, sacaron el aparato de su hogar y dejaron sin la “tentación” a su hijo. Y pasó lo previsible, el chico reprimido, acumuló tal nivel de ansiedad que en la mínima oportunidad que iba a casa de amigos o familiares no pertenecientes a su colegio, se plantaba febrilmente frente al televisor por largas horas compensado el “tiempo perdido”.
Hoy no solo es perjudicial cierta TV, sino determinada prensa que destila sangre o sexo y la descriteriada utilización del internet, instrumento que da acceso a todo tipo de información y usos, unos estupendos, y otros peligrosos.
Qué hacer, por ejemplo, con canales de TV serios, y que en horarios tripe A, en los noticieros que deberían “informar y educar”, introducen programas de bullying político, donde al mejor estilo correista, humillan a todo personaje público, que por tener 10 segundos de popularidad, se someten a burlas de unas guapas entrevistadoras y presentadoras ataviadas para explotar sus atributos. En el fondo se inocula y refuerza violencia en los niños y jóvenes, que ya la experimentan en las escuelas, con la permisividad de gran parte de la población formada en el machismo y patriarcalismo desde la colonia. En el fondo interesa subir el rating y obtener más ganancias.
El punto no es prohibir, sino educar. No es ver a otro lado, sino enfrentar. No es poner un juicio al medio, como alentaba la vieja ley de comunicación. Lo correcto es educar para que los estudiantes y la población desarrollen sentido crítico respecto a los medios y al internet, para que desechen la basura y hagan uso de propuestas valiosas que sí existen.
Un buen profesor debería, tomar cualquier ejemplo, como una sabatina correista o el bullying politiquero o el programa de alguna “jueza”, y con sus alumnos, en las facultades de periodismo o en los colegios, someterlos a un análisis crítico y comparado, que devele el uso mercantil del cuerpo de la mujer o la violencia al otro, y conduzca a la construcción de valores, como el respeto, base de la paz y de la democracia.
Así esos estudiantes formados, sabrán si se quedan con el canal, pasan a otro, o apagan la TV y leen un buen libro. Así, la televisora, pensará en seguir o no, con una programación maltratante que vende, pero que no tiene responsabilidad social, o tomará consciencia en administrar bien la “libertad de expresión”.
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