En un ejercicio de ficción (¿o baño de verdad?), hagamos hablar, en plural, a quienes nos han venido gobernando los últimos años, ahora que se les ha dado por sacar el cuerpo y culparle de todos los males al anterior gobierno como si no hubieran sido parte de él. Reconocer errores parece fundamental si realmente se quiere pasar a otra cosa, dar vuelta la página. ¿Les parece? Imaginemos entonces un discurso que sería más o menos así:
“Conciudadanos: dijimos que dejábamos la mesa servida pero, en realidad, arrasamos. No dejamos nada, ni las migas. Nos empapuzamos y nos gastamos todo durante diez años. En esa etapa histórica en la que gobernamos, la corrupción y la negligencia administrativa fueron fundamentales. Refundamos la patria tantas veces como nuestros intereses económicos y las mezquindades individuales quisieron. Ignoramos que la ética política se sustenta en valores que trascienden el tiempo: honestidad, transparencia, servicio verdadero a la comunidad, uso claro y eficiente de los recursos públicos, procesos transparentes de contratación y asignación de fondos. Archivamos esos valores y dimos paso a odiosas formas de gobierno de las que fuimos protagonistas y cómplices.
Nunca respetamos al contrario ni dimos espacio al pensamiento crítico y autocrítico. Preferimos el escándalo y el insulto, que aplaudimos a rabiar cada sábado. Criminalizamos a gente inocente que lo único que hizo era protestar contra nuestra forma de gobernar. Perseguimos a los medios de comunicación porque no estábamos de acuerdo con sus críticas ni con sus opiniones. Fuimos parte de un gobierno cerrado, autoritario, confrontativo y clientelar.
Las cifras de lo que usurpamos por nuestros actos de corrupción y los de nuestros amigos son aterradoras: 24 mil millones de dólares que eran para la salud, vivienda, educación, rehabilitación de adicciones, jubilaciones, pensiones. Maquillamos las cifras, encuestas, proyecciones y, en realidad, no dejamos nada.
Pusimos a parientes en distintos cargos sin ruborizarnos. Repartimos frecuencias de radios entre nuestros amigos y gastamos los recursos de los medios públicos como si fuera nuestra plata de bolsillo. Influimos en los jueces y dimos luz verde para la explotación del Yasuní. Vendimos anticipadamente el petróleo a los chinos a precio de gallina vieja. Recibimos coimas de empresas que querían que les demos contratos. Además, vigilamos a los ciudadanos que nos caían mal. Pagamos 1 200 millones por remover tierras para una refinería que no se hizo.
Creímos en un partido único y en un presidente eterno al que aplaudimos, con el que bailamos y cantamos canciones revolucionarias. Al menos hicimos carreteras, hospitales y escuelas, aunque no tengamos nada más”. Aplausos. De pie.
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