Los informes internacionales respecto a los carteles del narcotráfico en el Ecuador fueron reveladores. Pero lejos de ser una alerta, la autoridad de entonces cuestionó y minimizó el amplio contenido. Sí. Así actuaban, cobijados por el poder que tenían en ese momento.
Ensu informe del 2016, el Departamento de Estado de EE.UU. detalló que “grupos criminales transnacionales, incluidos los carteles de los Zetas, Sinaloa y del Golfo y las FARC colombianas, operan en Ecuador”.
Estados Unidos también mostró cómo las redes mexicanas usan cada vez más aeronaves privadas y rutas clandestinas para transportar dinero ilegal hacia el país.
El gobierno de Rafael Correa respondió con una fuerte crítica a la investigación y un “rechazo categórico”. No hicieron más.
Un año después, la Procuraduría de México volvió a decir que los carteles de Sinaloa, Los Zetas, Familia Michoacana y el del Golfo están presentes en el Ecuador. La respuesta oficial fue la misma: más críticas.
Lo único que repetían es que esta es una nación por donde solo se transporta droga. Pero desde el 27 de enero, la realidad cambió.
Ese día, los ecuatorianos vieron el estallido de un coche bomba en San Lorenzo.
Luego, los armados atentaron contra militares y mataron a cuatro de ellos. También secuestraron y asesinaron a un equipo periodístico. Y plagiaron a dos personas más.
Tuvo que desatarse esta violencia, para que el Ministerio del Interior hable de los carteles de México y diga que este grupo está detrás del atentado al cuartel policial.
La situación es por demás preocupante, más aún cuando se conoce que estas redes mafiosas mueven cocaína, heroína, metanfetaminas y precursores químicos para la droga.
Para ejecutar sus operaciones pactan alianzas con criminales de Colombia, Italia y países africanos. Pero también con bandas locales.
Alguien tendrá que responder por obviar estos detalles. Tendrán que rendir cuentas al país por dejar pasar la droga, como lo señaló el presidente Lenín Moreno (11/04/2018).