¿Cuándo comenzó a joderse el Perú, el actual Ecuador incluido? Cuando los españoles no cumplieron la palabra empeñada. Atahualpa llenó una enorme habitación hasta la altura de un hombre con objetos de oro y plata traídos de todos los confines del Imperio, a cambio de su libertad. Atahualpa fue ejecutado. Fue el inicio de la conformación de sociedades en las que la arbitrariedad por parte de los vencedores fue la norma. Las Leyes de Indias nunca tuvieron real vigencia: Dios estaba muy alto y el Rey de España muy lejos.
Marginación y trabajo de esclavos los de los indios. Los mestizos, que se multiplicaban, con la obsesión de los trepadores de cumbres: llegar a ser patrones costare lo que costare. Patrones tradicionales y trepadores sin Dios ni Ley. Los principios morales y éticos que se inculcaban al tacho de las cosas inútiles. Don Dinero campeando por sus fueros. Y así hasta el presente.
¿Qué de extraordinario resulta que el imperio de la corrupción sea el resultado de procesos históricos? Al menos en Iberoamérica no cabe duda. Sí, el socialismo marxista-leninista fue un paradigma para quienes soñaban con la justicia social, el poder en manos de los trabajadores. Fue tal el encandilamiento que millones de judíos que se habían vuelto ateos pasaron a engrosar las filas internacionales. Luego vino el desencanto en la propia Unión Soviética. Lo extraordinario del caso iberoamericano es que se volvieron socialistas los patronos y los trepadores. Los intelectuales ecuatorianos, los más de ellos aristócratas de viejo cuño, plegaron al socialismo. Todos los inteligentes se volvieron socialistas. Desde luego que como siempre a las masas campesinas, conformadas por indígenas y mestizos aindiados, no llegaron los nuevos tiempos.
Para los artesanos, numerosos, y para los obreros, más bien pocos, un galimatías eso de la plusvalía, y ni se diga eso de que la Virgencita de El Quinche era el opio de los pueblos. Los partidos socialistas de Iberoamérica, en su mayoría, concluyeron por hallarse conformados por intelectuales, estudiantes universitarios y trepadores por montones. ¿Qué de sorprendente resulta que cuando los partidos socialistas, los de los trabajadores, llegaban al poder, sus dirigentes se constituían en los más voraces atracadores de los bienes públicos? Muchos de aquellos concluían por ser figuras relevantes de la derecha económica.
Lo grave, lo terrible, fue que con los trepadores se impuso la barbarie, la que no admitía instituciones sólidas como las que sí teníamos: el IESS, el Banco Central, la Casa de la Cultura Ecuatoriana. ¿De independencia de la Justicia? No hablemos. Damos la impresión de que vemos impasibles la corrupción galopante, su impunidad.
Yo confío en las reservas morales y éticas que aún nos quedan, en los ciudadanos civilizados que sí tenemos.