La dolarización acaba de cumplir 18 años y no se la ha festejado como merecía. Porque este sistema monetario nos ha dado algunas cosas buenas y una muy buena.
Lo bueno de la dolarización (empezando por lo más aburrido) ha sido la estabilidad de precios, que a su vez, ha permitido que existan cosas como los créditos a largo plazo, algo que simplemente no existía en las dos últimas décadas del Siglo XX.
Lo de “aburrido” es sólo parcialmente irónico, porque las inflaciones bajas se han vuelto tan obvias que yo no despiertan el interés de nadie. Pero el mundo es diferente si recordamos aquellos múltiples disparos inflacionarios que el país vivió entre 1974 y 2000 cuando se llegó a niveles que ahora nos parecen inimaginables como 27% en abril 1974, 63% en octubre 1983, 99% en marzo 1989, 64% en noviembre 1992 o 108% en septiembre 2000. Eso ya quedó relegado al pasado, gracias a la dolarización que resultó ser una manera muy eficiente para que la política monetaria deje de estar a merced de los políticos y para que se abandone cualquier emisión inorgánica de dinero.
Ante la ausencia de inflaciones altas, el crédito pudo retornar con plazos cada vez mayores y, entre otras cosas eso cambió totalmente el modo de organizarse en la producción, algo que se nota claramente en los siguientes datos: entre 1981 y 2000, la economía creció en 2% anual promedio, mientras que entre 2001 y 2006 el crecimiento fue de 5% (a pesar de que el precio del petróleo se mantuvo relativamente bajo durante todo el período).
Hasta ahí, aquellos beneficios importantes pero obvios de lo que la dolarización logró. Pero lo más importante, el gran mérito, la cosa “muy buena”, es aquello que la dolarización impidió: la mala política económica.
Porque con los equipos económicos que hemos tenido, es casi un milagro que no seamos como Venezuela. Y la única responsable de haber impedido que copiemos las ideas económicas de Chávez y Maduro es la dolarización.
De Venezuela copiamos la constituyente, los slogans, los nombres de los ministerios, el modo de gobernar, las sabatinas, los resentimientos, la cercanía con los cubanos y mil cosas más. Pero no copiamos los controles de precios, los controles de divisas, las expropiaciones de bancos o la emisión inorgánica de dinero, entre otros. ¿Por qué?
Pues porque la dolarización, que ya produjo tantos frutos en sus primeros seis años, era tremendamente popular al año 2007 y cualquiera de las medidas arriba señaladas o era imposible o hubiera puesto en peligro al sistema completo.
De manera que a la dolarización hay que agradecerle por muchas cosas buenas y por una extraordinaria: impedir la venezolanización de Ecuador.