Héctor Torres
Project Syndicate
Este diciembre, los ministros de comercio de diversas partes del mundo convergirán en Buenos Aires para la Undécima Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio. Como hoy día Estados Unidos, que históricamente ha conducido al mundo hacia la liberalización del comercio, está agudizando las tensiones comerciales, dicha reunión promete ser diferente de las anteriores.
Las reuniones ministeriales de la OMC nunca son fáciles. Por lo general se llega a algún acuerdo, pero solo a último momento y con una redacción que suele ser vaga. Sin embargo, es posible que esta vez el resultado sea aún más desalentador, y que los delegados no logren ni siquiera un acuerdo simbólico.
Las tensiones actuales con respecto al libre comercio, que se basan en la desigual distribución de sus beneficios, no pueden resolverse dentro de la OMC, y menos aún en una reunión ministerial. Pero esto no significa que la conferencia próxima vaya a ser en vano. Por el contrario, podría servir como una excelente oportunidad para iniciar la actualización y recalibración que la OMC necesita con el fin de seguir siendo una plataforma efectiva para la cooperación y la creación de consenso en relación al comercio internacional.
Uno de los problemas clave que debe abordarse se relaciona con el “trato especial y diferenciado” (S&D). Alrededor de dos tercios de los 164 miembros de la OMC han declarado que son países en desarrollo, etiqueta que les permite acogerse a las disposiciones en materia de S&D, entre ellas la autoridad para mantener aranceles comerciales por períodos de tiempo prolongados.
Dado que la OMC carece de puntos de referencia o indicadores que determinen cuándo un país debe dejar el S&D, no sorprende que ningún país en desarrollo se haya “desarrollado”. Desde que el S&D se introdujera en 1979, muchos países en desarrollo se han vuelto más ricos, pero no han dado muestras de estar listos para renunciar a los beneficios del S&D, ni siquiera en industrias que han llegado a ser competitivas a nivel internacional.
Es difícil sostener que todos los países en desarrollo deberían disfrutar indefinidamente del privilegio de excluirse de las obligaciones generales de la OMC con respecto a todos los sectores de sus economías. Y puesto que tantos de sus socios pertenecientes a la OMC se acogen al estatus preferencial, los países desarrollados miembros de la organización suelen resistirse a las concesiones comerciales dentro de ella y prefieren llevar a cabo negociaciones en otros foros.
Existe una profunda diferencia entre la dinámica de la OMC y la existente en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco Mundial. En la OMC, a los países desarrollados les gustaría que los mercados emergentes grandes asumieran mayores obligaciones, a lo que se oponen los países en desarrollo.