Nada. Nada nuevo se dijo. Minutos que confiamos devolverían el rumbo de la historia, fueron nada. Expectantes, ante la prometida revolución que cambiara la ruta, que, como bien lo ha dicho él, cayera quien cayera, recuperara la década perdida. Despachó el informe económico, calmo, medido, serenísimo, ante la indispensable revisión, en teoría, camino de vuelta a la realidad. Había ofrecido hacerlo. Cumplió. Descubrió lo que ya sabíamos, que la situación del país es grave, atreviéndose, valiente, a negar lo asegurado, rompiendo con quien ya no está, el fantasma que tuitea con descaro y con quien lo suple en persona. Se enfrenta al pueblo y toda una red de ovejunos pensadores y sumisas defensoras del pasado que ya no es ni, permitiremos que vuelva a ser. Corre la cortina de humo a sabiendas de que hay los guerreros de a pie, quienes, cuidando sus espaldas, osan apoyar la debacle venezolana. Ecuador, es, sin duda, lo mencionó, la casa de todos, ¿De los principios y legalidad que se han esfumado? Esa no nos tragamos. Del resto, sus palabras sonaron bonitas, pero nada, vacías.
La situación es crítica, convienen todos. Pero, antes de poner los ojos en el mañana, hablar de producción, exportación, tendrá que taponar, con golpe certero, la llave, por donde gota a gota, escapa, en esta década, el capital que llena los bolsillos de algunos. Los números serán ahora transparentes, públicos, dijo. ¿No lo eran? No, no hubo novedades en el espacio público. Un caramelo que, sin disimulo, se nos atragantó ante la expectativa.
La gran mayoría, concordará, sin duda, en que todos, cueste lo que cueste, percibimos la obligación de apersonarnos, apropiarnos, trabajar para resurgir de la gran ficción que, hasta el licenciado, se creyó. Esa realidad que asumió el pueblo y por la que votó con esperanza: la dorada economía del economista y sus seguidores. Coincidimos todos, en que la cosa era clara, la mesa no estaba puesta, ni siquiera el vidrio estaba limpio.
Al parecer, pocos aceptaron lo único transparente, el real escenario. El resto, los asambleístas, los empleados bien asalariados de las instituciones, que barajaron los números, están en proceso de negación de la realidad y hasta en una aventura de fresco descubrimiento de la verdad. ¿También ellos pondrán el hombro para salir de la creación que se les pasó por desapercibida? ¿Será tan dura su situación sicológica que caerán en un ciego desespero?
Ser revolucionario es decir la verdad y la transparencia, no ocultar la verdad a nuestro pueblo. Con esta frase se lució, claro intento de transparentar, se aprecia, pero no basta para curar el mal que sigue fuerte. Sólo hacen falta diez mil millones para cumplir metas y objetivos anuales y cubrir la supuesta no existente deuda. O lo hace ya, rompiendo decididamente con el obscuro reciente pasado o sufrirá de quemazón en la llama que pretende la preservación de la década revolucionaria socialista.
¡Rompa, destete al país de la gran falsedad! Dolerá, pero el pueblo lo apoyará, confíe en sus instintos, es hora de que Ecuador resurja de las cenizas.