Saludable parecería ser el traspaso del poder entre Correa y Moreno, aunque las malas lenguas digan lo contrario. Resulta sano que este cambio sea organizado y civilizado por el bien del país. No podría ser de otra manera si se trata de la continuidad de la misma línea política y, supuestamente, del mismo “proyecto” con otro estilo.
Se ha conocido que el equipo saliente ha preparado y entregado al equipo entrante, en varios volúmenes, datos pormenorizados con la descripción de la estructura del gobierno, sus tareas, responsabilidades y, por supuesto, los logros y los pendientes en los numerosos campos de la cosa pública que le ha correspondido a la década correísta.
Hasta ahí, todo muy bien. Es correcto y razonable que el aparato técnico y político entrante disponga de información cabal y actualizada de la situación del Estado con el que va a encontrarse el nuevo Presidente. De esa manera podrá empaparse de primera mano de la situación y tomar las medidas que el país, en grave crisis, requiere adoptar pronto para tratar de salir de ella.
Se encontrará, supongo, con los verdaderos datos económico-sociales que en buena parte se han mantenido ocultos a la ciudadanía. La auténtica dimensión de la deuda, los reales índices de desempleo, con sus diferentes y equívocas denominaciones, los compromisos poco conocidos que se han adquirido con ciertos sectores y países. Tales datos le permitirán al flamante Presidente aplicar, sobre bases firmes, las políticas que me imagino tiene en mente.
Pero dentro de este indudable acierto hay algo que encuentro al menos indelicado con el Presidente Moreno por más que sea del mismo movimiento político. Se ha dicho que en estos informes hay un acápite en el cual se fijan las medidas que Moreno deberá implementar en sus primeros cien días de administración. En otras palabras, ¡el Presidente saliente le dice al entrante lo que debe hacer en los primeros meses de su mandato sin respetar que el entrante puede tener sus propias ideas!
Como ejemplo, una de las tareas que le encomienda es, nada más ni nada menos, conseguir el financiamiento para la refinería del Pacífico. Moreno tiene cien días para obtener lo que el gobierno de Correa no pudo en ocho años.
A propósito, algo insólito y poco conocido: en la Cancillería ha existido un “Embajador Itinerante, en Misión Especial Itinerante para la Refinería del Pacífico” (sic). Este alto funcionario cesará en sus funciones el 24 de mayo después de haber disfrutado de su remuneración sin haber conseguido financiamiento alguno para tan emblemático proyecto.
¿Cumplirá Lenin las tareas encomendadas por Correa o hará él las suyas que respondan a su propio programa de gobierno?
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