El 7 de abril se celebra el día mundial de la salud. Con tal ocasión, año a año la Organización Mundial de la Salud escoge un tema de interés sanitario para destacarlo.
Para este año ha seleccionado una enfermedad mental en progresivo ascenso; la depresión, con el lema conexo “Hablemos de la Depresión”. Definida como “tristeza persistente y pérdida de interés en las actividades con las que normalmente se disfruta, así como por la incapacidad para llevar a cabo las actividades cotidianas, durante al menos dos semanas”, este trastorno ha experimentado un crecimiento de casi 20 por ciento en la última década, estimándose que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo.
Uno de sus síntomas de riesgo es el pensamiento autodestructivo que puede llegar al suicidio.
Cerca de 800 000 personas se suicidan anualmente, siendo la segunda causa de muerte en personas de 15 a 29 años.
En Ecuador el problema va en aumento, habiéndose multiplicado por siete en los últimos 20 años, hasta llegar a alrededor de 20.000 casos en el año 2015.
Reflejo de otras desigualdades, los pobres e indigentes tienen rangos más altos de prevalencia. Cerca de 2.000 suicidios se registraron el anteaño pasado, tres veces lo observado en 1995.
La incertidumbre y potencial agobio frente a los desafíos de la adolescencia; la soledad, dolencias y dificultad de valerse por sí mismo en la vejez, hacen a estos grupos de mayor riesgo.
Mientras escribo, recuerdo al indómito amigo guerrero de mil batallas perderse en el insondable laberinto de la Depresión.
Por ventura, y como sucede con muchas enfermedades, el problema puede prevenirse y tratarse; tiempo suficiente para relaciones interpersonales; confidentes que escuchen y sean escuchados; actividad física, deporte y lectura; actitudes positivas frente al stress y conflictos emocionales son puntales de protección, con especial atención a adolescentes, personas mayores y madres en su post parto. Apoyo profesional, medicamentos, psicoterapia y plan de vida con soporte familiar – evitando el aislamiento – constituyen bases sólidas para superar la enfermedad. No consumir alcohol o drogas es imprescindible.
Para quienes están cerca, en vez de exhortos para que el enfermo “ponga de parte”, “hablar, acompañar y apoyar”, son valiosos coadyuvantes.
No vinculada a la Depresión como enfermedad, a la “depresión colectiva”, se la relaciona con hechos diversos; sociales, políticos, económicos, que pueden conducir a estados de ánimo sombríos en grupos de población. Este es el caso del Ecuador post electoral.
Evidencias de cambios en el gobierno saliente por parte de quienes lo sucedan, junto con la indeclinable lucha social por recuperar la democracia conculcada permitirá que volvamos a soñar en otro Ecuador posible.