En la Academia tenemos dos botellones de agua ‘pura’; un lunes, llegó un joven a la sede: -Vengo a cambiar el botellón vacío, a la vuelta está la camioneta. Se lo llevó, y volvió: -¿Y el otro?, preguntó. Estaba en el aula, al otro extremo de la AEL. Se lo entregaron y se le pagó, agradecidos de su perspicacia. Se fue ‘a volver’, pero no volvió…, y si volviera, quizá volveríamos a darle los botellones porque, como dijo alguien muy sabio, ‘así es la vida’.
Comento este hecho, arrepentida, no de haber regalado los botellones al ladronzuelo, sino de haberlos reemplazado por otros, contra la estupenda agua de Quito. Los remplazamos casi sin querer, como compramos botellas de plástico con agua, y contaminamos el ambiente y la vida. Hoy, vacía nuestra ‘caja chica’, los botellones están vacíos.
Penosamente, desde la Asociación de Academias de la Lengua recibimos la amarga noticia de que don Horacio Biord Castillo, presidente de la Academia Venezolana de la Lengua, denuncia dolorido y confuso el inaudito asalto del 14 de enero al histórico Palacio de las Academias, en el centro de Caracas. En él tienen su sede la Academia de la Lengua, las Academias Nacionales de Historia, Medicina, Ciencias Físicas, Matemáticas y Ciencias Naturales, Ingeniería y Hábitat. Todo fue objeto de robo y destrucción. Sustrajeron, al menos, medio centenar de computadoras, equipos, documentos y estantes, materiales y archivadores. El presidente de la AVL considera «incomprensibles los lamentables hechos y el estado en el que quedaron muchas de las oficinas del vetusto edificio».
Las Academias del mundo «deploran y condenan estos acontecimientos y hacen un llamado a las autoridades competentes para que se investiguen los hechos, se establezcan las responsabilidades del caso y se resguarden, como debe ocurrir en un Estado de derecho, los bienes de personas e instituciones, en este caso de corporaciones dedicadas al estudio de los valores venezolanos en las distintas áreas del saber y la cultura y, mediante su accionar, a procurar el beneficio colectivo y felicidad social del pueblo venezolano».
¡Da que pensar, este acontecimiento!… Nuestro día aciago de los botellones no admite comparación con el trágico robo en Caracas, símbolo de la atrocidad de la ‘revolución’ siniestra, lugar común de quienes, demagogia y populismo mediante, llevan a un pueblo rico y bueno, a la desdicha. ¿Cómo no evocar un artículo aparecido en Cartonpiedra, de un ‘inteligente’ Marco Teruggi, titulado: “¿Se debe criticar la revolución?”… Empieza preguntándose si es criticable la revolución venezolana y concluye, luego de largos párrafos, en aquel miserable argumento del estalinismo: ‘Criticar la revolución es dar alas al enemigo’… Por no dar alas a la ‘derecha’ ¿qué derecha, qué izquierda?), se la dan a una revolución que sigue demostrando su perfecta inutilidad, en la infinita desgracia que los pueblos sufren a su costa.
¡No!: ¡Que nunca pasemos de los botellones a las computadoras y de ellas, al robo del pensamiento y de la crítica!