Sylvette era diferente, una joven especial y el pintor Pablo Picasso lo vio enseguida. La entonces joven de 19 años se convirtió en su inspiración desde abril a junio de 1954. Sesenta años después, una exposición en Bremen, en el norte de Alemania, recoge desde el sábado pasado toda la serie de la que fue la última gran musa del famoso pintor español.
A finales de marzo de 2013, Sylvette David, hoy Lydia Corbettes, recibió una carta del director del museo Kunsthalle de Bremen, Christoph Grunenberg, en su casa de Devonshire (Inglaterra). “¿Le gustaría, como su musa, ver todas las obras de la serie Sylvette por una vez juntas?”, le preguntaba en la misiva donde le informaba de los planes para organizar una exposición con más de 50 “picassos”, muchos de colecciones privadas y la mayoría de ellos nunca mostrados al público.
“He esperado 60 años para ello”, exclamó en ese momento la francesa de 79 años, algo que volvió a repetir durante la presentación de la muestra en la ciudad alemana. “Sylvette, Sylvette, Sylvette. Picasso y la modelo” estará abierta al público hasta el 22 de junio; en la exposición los visitantes podrán disfrutar de 147 obras de Picasso (1881-1973), así como un gran número de fotos históricas del pintor y la musa.
Las paredes del museo han sido pintadas en amarillo claro y azul para asemejar en cierta manera los rayos de sol de la Costa Azul, donde el artista realizó su serie de la joven de la cola de caballo. Como punto central de la muestra se alzan los 30 retratos de Sylvette, en los que uno de los pintores más importantes del siglo XX plasmó a la joven belleza de manera natural, abstracta y cubista.
Las fotografías y los dibujos de la década de los 50 muestran cómo una joven francesa se convirtió en atracción mundial, todo un ídolo de los 50. Su coleta rubia pasó de ser algo infantil a convertirse en todo un icono de estilo. “Desató todo una locura en torno a la cola de caballo”, afirmó Grunenberg durante la presentación.
Este furor llevó incluso a la sex symbol Brigitte Bardot a convertir su melena morena en rubia y a peinarla con una coleta. También ella quiso ser retratada por Picasso, pero fue inútil. Picasso sólo tenía ojos para Sylvette. Sin embargo, a pesar de lo que sucedió con otras mujeres que pasaron por la vida del pintor, ella no acabó en su cama. “Naturalmente que lo intentó. Una vez me condujo a una pequeña habitación en el primer piso que parecía un cuadro de Van Gogh. Allí sólo había una mesa, una silla y una cama. De repente, Picasso saltó en la cama y me pidió que hicera lo mismo. Me negué, por supuesto”, recordó en una entrevista con el diario alemán “Süddeutsche Zeitung”.
Como musa nunca percibió ningún dinero. “Tenía miedo que si me daba dinero quisiera que posara como modelo para retratos de desnudos, pero yo no quería enseñarle mi cuerpo”, indicó. En los dos meses, en los que posó todos los días para el pintor, Picasso llegó a mirar en su interior. “Una vez me pintó sin boca porque hablaba muy poco y porque sospechaba que había algo de lo que no podía hablar”.
La francesa recuerda a Picasso como un hombre de 73 años de muy buen ver. “Siempre olía a colonia, iba siempre bien afeitado y moreno y tenía esos maravillosos ojos negros”. Su tiempo con Picasso le dejó un cuadro del artista, que ella misma eligió. Sin embargo, acabó vendiéndolo, muy a su pesar, a un médico estadounidense por 10 000 libras esterlinas.
Después de esos dos meses juntos, sólo volvieron a verse en 1965, cuando Sylvette lo visitó con su hija Isabel, que entonces tenía dos años. Tras una exposición en 1954, ésta es la primera exposición que muestra todos los cuadros juntos. “Fue todo un trabajo detectivesco dar con las obras, dispersas por Estados Unidos, Japón y Europa”, explicó el director del museo.
“Sylvette tuvo que pedir prestados los cuadros a través de cartas muy personales”, agregó. Durante el paseo por la muestra en Bremen, la musa recordó su tiempo con el pintor español. “Yo era tímida y soñadora. Quizá fue eso lo que Picasso encontró tan extraordinario. Le gustaba, me dio seguridad en mí misma y me alentó a hacer arte porque era lo que a él le había hecho más feliz en su vida”, recordó la francesa que ahora en lugar de la famosa cola de caballo lleva trenzas.
El contexto
El pintor malagueño se ganó a pulso su fama de mujeriego. Antes de casarse en 1918 con la rusa Olga Koklova se le conocieron un sinnúmero de amantes. Y después de casarse también. Una de las más célebres fue Marie Thérèse Walter, quien tenía 17 años.