Las encuestas coinciden mayormente en los problemas que aquejan a los ecuatorianos aunque lo señalan con distintos matices, cifras y peso específico, según cada estudio.
Para la mayoría de personas el empleo es el principal tema, aparejado o conectado con la crisis económica. La inseguridad aparece en algún sondeo como el aspecto central y se menciona a la deficiente administración del Estado y a la corrupción. Es la gente, como se ve en los estudios, la que señala los problemas y no los actores de algún sector político. Ellos, por cierto, toman esos datos para construir sus discursos de campaña, como se ha hecho toda la vida.
El país no tiene claro por quién votar en las próximas elecciones, el número de indecisos sigue alto y es una oportunidad para las propuestas de cambio, otra esperanza constante en algunas encuestas.
Pero lo que cabe señalar es que el próximo gobierno, a la par de atender con énfasis y responsabilidad suma el aspecto económico que ha llegado a límites insospechados hace poco, en los años de bonanza petrolera, es a una reforma política profunda e integral, que permita reemprender la senda democrática tan deteriorada.
Algunas de estas reformas requerirán de un cambio constitucional y en otros casos de varias de las leyes impuestas con el poder de una mayoría que no contempló espacio de disidencia ni respeto a la minoría.
Un restablecimiento del concepto del Estado de derecho, con lo pesos y contrapesos, clave de la democracia, será indispensable para superar el concepto vertical y el modelo concentrador de poder.
Devolver a la Justicia su independencia, sacando las manos que se metió en ella por voluntad política, aun cuando se haya contado con el beneplácito del voto ciudadanos. Una Justicia independiente y profesional, sin ataduras ni a la vieja clase política ni al poder concentrado que hoy impera serán aspectos fundamentales.
Otro tema central es revisar el esquema de Participación Ciudadana y Control Social, no porque el espíritu que lo inspiró y animó sea algo negativo sino por cuanto se construyó un poder que de ciudadano nada tiene, con vasos comunicantes con el poder político dominante y sin opción de ejercer de manera libre e independiente su tarea.
Es inaceptable que el Consejo Electoral no tenga participación de todos los partidos mayoritarios, que expresan el pluralismo ciudadano y que en todos estos años haya tenido cercanía con el Ejecutivo. El ejemplo más claro es el absurdo y atosigante sistema de propaganda que hace que las elecciones no se desarrollen en condiciones equitativas.
Además, el método de asignación de escaños D’Hont privilegia que la fuerza mayoritaria esté sobre representada y de ese modo imponga sus decisiones sin tomar en cuenta ni las opiniones ni las propuestas de las minorías legislativas, que para algo existen. También restaurar la fiscalización ausente esta década se muestra hoy más que nunca vital para evitar el abuso del poder.