Sí, es con el gobierno de Rafael Correa con el que se inicia el cambio: educación de calidad como política de Estado. Del desastre al que se llegó, una de las claves que explicaban nuestro subdesarrollo empantanado, a dar los primeros pasos con los que la civilización se impondría a la barbarie.
Ante la fuerte voluntad política de cambio, concluyen los paros de la UNE y al MPD se le ve en retirada de las universidades estatales. Los maestros se ven en la necesidad de estudiar, de actualizarse; a una categoría superior se llega por méritos y no tan solo por años de servicio. Desaparecen de los anejos las escuelas unidocentes (las peores del mundo). Se crean Unidades Educativas, concentradoras, que cubren el espacio que va de la educación inicial hasta el bachillerato. En mi comarca, el cantón Quero, funcionaban 48 escuelas; al presente tan solo 3 unidades educativas, geográficamente bien ubicadas: en la cabecera del Cantón, en El Placer y en Rumipamba, a donde los estudiantes llegan en transportes escolares, sin pérdida de tiempo dada la estupenda red vial que alcanza a todos los confines del cantón. En tales Unidades Educativas los niños campesinos ecuatorianos inician su participación en las modernidades.
La voluntad política es tan poderosa que sin que se produzcan cataclismos (anunciados) todas las universidades y politécnicas son evaluadas y ubicadas en la categoría que les corresponde de acuerdo a indicadores consagrados. Un tercio de las existentes, esas ‘universidades de garaje’, son clausuradas. Los bachilleres deben aprobar un Examen Nacional de Estudios Superiores (en lo esencial, un examen de idoneidad) para ingresar a las universidades. Concluye así el libre ingreso, con medio siglo de retraso en relación a Colombia, sin ir muy lejos. Para sorpresa de todos, un buen número de los bachilleres con mejores puntajes provienen de pueblos imposibles y de estratos socioeconónicos limitados. Quienes tienen las mejores calificaciones acceden a becas que les permiten realizar estudios superiores en el país o en el exterior, al igual que los mejores egresados de universidades y politécnicas. Al presente son miles los que estudian en el exterior.
Como nunca antes una Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (Senescyt) le ha puesto a nuestro país en el plan de contar con una política de desarrollo científico y tecnológico.
Yachay, la Ciudad del Conocimiento, responde a nuestra realidad: concentrar esfuerzos (como para la adquisición de equipos costosísimos), para llegar a fronteras en ciencias relacionadas con campos definidos como prioritarios. Es la política que le ha llevado a Cuba a ser una potencia mundial en Farmacología.
En mi próximo artículo me referiré a lo que opinan sobre educación los candidatos a la presidencia de la República.