Durante muchos años los habitantes de Manabí y Esmeraldas seguirán sufriendo el dolor de la pérdida humana y material que el fuerte sismo de 7.8 grados en la escala Richter causó en varias ciudades y poblados.
Los daños físicos, con el tiempo y gran esfuerzo, podrán repararse. Cabe resaltar la inmensa solidaridad desplegada desde Quito y todo el país como muestra fraterna de desprendimiento para dar ayuda inmediata. Fue un ejemplo que quedará como un orgullo histórico que habla bien del corazón de miles de ecuatorianos y personas de otros países.
Las heridas y la muerte dejarán huella perenne. Las centenas de fallecidos lastiman a familias enteras, barrios, actividades múltiples que, poco a poco, van tratando de recobrar la normalidad.
Como parte de las secuelas humanas, a 68 niños y adolescentes el terremoto los dejó en la orfandad. Los datos se publicaron en EL COMERCIO.
Los pequeños y jóvenes han recibido ayuda del Servicio de Protección del Ministerio de Inclusión Social. Se trata de albergue para los damnificados y la entrega de alimentos y asistencia médica.
Muy importante es y será el acompañamiento psicológico que la autoridad zonal ha comprometido y despliega. La idea es no dejar en el abandono a estos seres humanos carentes de mucho y que requieren atención que debe continuar por algún tiempo. Una vez más el suceso debe mantener el espíritu solidario en alto. Ellos lo merecen.