En agosto, los padres de familia se hallan ante la necesidad de financiar la adquisición de útiles escolares, uniformes; y –en el caso de establecimientos educativos particulares- matrícula y pensiones.
Hablando en lenguaje de realidad, se entiende que para cubrir estos gastos el empleado recibe el “sobresueldo” número 14. Pero solo quienes tienen empleo, y empleador que cumple el pago de sus obligaciones. Descendamos un poco en la escala económico social.
Una mujer, legalmente casada, con tres hijos y perteneciente al estrato económico de ingresos variables, afronta –como es bastante común en ciertos sectores de escasa responsabilidad- que el esposo adquirió otra mujer y formó otro hogar. Al comienzo aporta con alguna cantidad para la subsistencia de los hijos, mas poco a poco se desentiende y, al cabo, bajo algún pretexto se niega a todo pago.
Esa mujer desamparada no tiene tiempo ni medios para plantear juicio de alimentos.
La primera hija, ya casada, se halla con la novedad de que en el lugar de trabajo de su esposo, han reducido personal y queda en desocupación. Varias personas, en una misma familia, sin ingresos fijos, trabajando en lo que sea; especialmente –la madre- en labor agrícola como “peona” con ocupación de dos o tres días a la semana como máximo, únicamente en época de siembra y de cosecha.
Otra madre similar: ésta con tres hijos. Fallece la empleadora y se le termina el trabajo. Igual que la anterior, el esposo formó otro hogar y ya no contribuye económicamente. Busca afanosamente una ubicación como empleada doméstica, pero no hay oferta. Las exigencias legales han determinado que muchos hogares prescindan de este servicio: su presupuesto no alcanza. Pero una y otra se hallan ante la realidad de que uno de los hijos; y en el otro caso, dos, deben ingresar al nuevo periodo escolar. Cual una pesadilla, está su necesidad imperiosa de adquirir la lista de útiles. En el un caso, la niña ha tenido que cambiar de escuela y necesita la vestimenta para uniformar con las demás alumnas.
¿Qué hacer? Este es el drama de los pobres, de aquellos que por no haber tenido oportunidad de educarse y adquirir una profesión, deben subsistir como peones, albañiles, cargadores en los mercados, recolectores de cosechas; y en la ciudad, vigilando vehículos, expendiendo caramelos y frutas o realizando cualquiera actividad, inclusive demostraciones de habilidad en ciertas esquinas para recibir una recompensa de 10 y hasta 25 centavos.
La situación económica es muy grave. Conocer que 30 mil jóvenes se han presentado para optar por una plaza en la Policía, es signo del estado de la economía del Ecuador actual.
Sin embargo, nuestros políticos –de ambos lados- hablan y hablan, limitándose a los discursos, promesas y peleas de siempre. ¿Soluciones económicas? Poca …o ninguna.
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