La tragedia que sacudió al país, especialmente a Manabí y a Esmeraldas, el 16 de abril tuvo también su lado positivo. Descubrió nuevamente la calidad humana del ecuatoriano, cuya ayuda espontánea, solidaria, masiva, se manifestó a los pocos minutos de producido el terremoto. Y se produjo de una manera libre, sin esperar sugerencias y menos ordenes de ningún tipo.
Infortunadamente, esta solidaridad, que sigue manifestándose, no tuvo la reciprocidad indispensable en el aparato gubernamental. En ningún momento, el Jefe del Estado manifestó su voluntad de también ser solidario con los damnificados y dar muestras fehacientes de su respaldo, muestras que por otro lado serían muy fáciles si es que hay la voluntad para ello.
¿Por qué no suprimir todos los ministerios coordinadores de los coordinadores, la ‘secretaría del yoga y la meditación’, las instituciones creadas para espiar o perseguir a los ecuatorianos que piensan diferente de su excelencia, la voluntad de vender los canales de TV incautados, El Telégrafo, la
radio de la Asamblea y la multitud de radios controladas por el Gobierno, la sede de Unasur y tantas otras cosas que no son indispensables para el país ni le causarían ningún quebranto al Jefe de Estado. Todo lo contrario: lo que recibimos fue un decreto con un nuevo paquetazo impositivo que, Dios nos libre de pensar, fue emitido con la justificación del terremoto.
Retrocedamos al 20 de enero del 2007, fecha en la cual su excelencia emitió el enlace Nº 001 desde el Salón Amarillo de la Presidencia y estuvo junto a los periodistas Jorge Yunda y Paco Velasco. Entre otras cosas expresó lo siguiente: “Soy un simple mandatario que recibe el mandato, el mandante es el pueblo ecuatoriano”. Basados en este criterio, no es mucho pedir que los ecuatorianos demandemos y hasta exijamos que:
1. Se tomen acciones inmediatas que demuestren la voluntad de ser solidarios y recíprocos con el esfuerzo de los ecuatorianos.
2.Que los ecuatorianos estamos dispuestos a aceptar estos y otros sacrificios siempre y cuando se nos garantice la transparencia absoluta del manejo de las ayudas materiales, económicas, nacionales y extranjeras; en otras palabras, que estos fondos no entren a la cuenta única del Estado y sean manejados en forma independiente con destino único y exclusivo de paliar y mejorar las condiciones de los damnificados
e iniciar la reconstrucción de lo destruido.
3. Que no se use la reacción positiva del pueblo ecuatoriano con fines políticos partidarios en una adelantada e inmoral campaña electoral.