Desde hace cuatro años formo parte del grupo de Los Diablos de La Merced . En mi familia es una herencia. Mi padre y tío fueron diablos cuando se inició la tradición. Según las creencias andinas, quien decide ser diablo debe cumplir 12 años seguidos realizando ese papel. Y cuando acaba su ciclo debe dejar un heredero. Yo heredé el puesto de mi padre.
Todos los viernes santos nos reunimos a las 05:45 en la casa de la ‘cabeza mayor’ (el diablo más antiguo), quien es designado según su antiguedad en el grupo. Este año el elegido es Geovani Huilca. Él está encargado de la alimentación de los diablos que desfilan de viernes a domingo.
A las 05:15 salgo de mi casa. En una mochila guardo una camiseta negra, un pantalón rojo, una capa del mismo color. En la mano llevo mi máscara y me dirijo hacia la casa de la ‘cabeza mayor’.Allí todos nos ponemos el vestuario de diablo. Antes de salir a la procesión un anciano de la parroquia nos hace una limpia, nos sopla puntas y humo de tabaco. Finalmente quien hace de ‘cabeza mayor’ nos brinda un vaso de hervido y nos da un fuetazo con un cabestro (una correa hecha con cuero de vaca).
A las 07:00 llega el padre de la parroquia acompañado de los pingulleros, que son los ancianos de la comunidad que tocan instrumentos de viento y tambores. Ellos son los encargados de diri-gir la procesión.
Cada uno de los 23 diablos que formamos parte de la procesión de la Semana Mayor, en La Merced, elaboramos nuestra propia máscara. Algunas son hechas con materiales reciclables como papel y cartón. También usamos cuernos naturales y pintura.
Ser diablo no es solo colocarse una máscara, un disfraz y asustar a las personas que van a la iglesia.
Cuando me coloco la máscara asumo la responsabilidad de mantener viva las tradiciones del pueblo al que pertenezco. Más allá de la religión como tal.
La primera vez que salí de diablo me tardé cuatro meses en hacer mi máscara. La noche previa al viernes la miraba con entusiasmo y un poco de temor. Salir de diablo fue como estrenarme en la tradición de mi pueblo. Mi familia y la comunidad esperan que realice un buen papel.
Ser un personaje que representa el mal tiene su costo. Un año unos adolecentes de la comunidad nos cayeron a pedradas por el miedo que sembramos en ellos desde pequeños. Para ser diablo se necesita carácter fuerte para no tener pesadillas.
También se necesita un buen estado físico. La máscara y las botas pesan y hay que recorrer toda la parroquia. La máscara quita visibilidad. No se pueden ver los baches o huecos en la vía. El año anterior me caí en una alcantarilla que no tenía tapa. La gente se rió y mi papel de diablo fue criticado.