Uno de los principios que la Revolución Ciudadana pregonaba con insistencia antes y durante su gobierno –no sé si aún lo hace- era el de la ciudadanía universal. Ecuador no ponía límites a que ciudadanos de otros países accedieran a nuestro territorio. No eran necesarias visas ni autorizaciones para visitar el Ecuador. Todo ser humano era bienvenido, éramos un país abierto.
No transcurrió mucho tiempo y esta bastante ingenua política -válida para un mundo ideal- tuvo que ser reformada cuando empezaron a llegar inusualmente al Ecuador personas de naciones poco cercanas geográfica y culturalmente, sin que sus motivos sean positivos.
No se trataba de turistas ni de inversionistas, tampoco inmigraban para buscar trabajo e instalarse en nuestro país para crear riqueza. Se dio un extraño flujo de paquistaníes, etíopes, bangladesíes, nigerianos, nepalíes, entre otros, cuya presencia generó suspicacias entre los ecuatorianos y preocupación en el Gobierno.
Se habló en algún momento de que algunos de estos ciudadanos tenían vinculación con grupos internacionales extremistas como Al Qaeda, y que podían ser un peligro para la seguridad nacional. Fueron oportuna y discretamente deportados y, posteriormente, se fijó el requisito del visado para una decena de países considerados poco fiables. Entre ellos están los citados, pero no Siria, Iraq, Libia y Líbano.
En esta ola de atentados terroristas que sacude al mundo por la despiadada sinrazón del grupo terrorista Deish (debe dejar de decirse “Estado Islámico”, pues no lo es) ha aparecido un elemento que vincula al Ecuador con lo acontecido en París. Una de las autoras de los hechos, una yihadista siria, que por su nacionalidad no requería visado y, por tanto, se beneficiaba de nuestra política de la ciudadanía universal, se dice que cercana al cerebro de los ataques, se ha conocido que procedente de Brasil ingresó a nuestro país donde permaneció durante nada menos que seis meses.
Con estos antecedentes, se impone saber de las autoridades cómo entró al país esta mujer, por qué escogió al Ecuador, ¿qué hizo durante tan largo lapso (los visados de turista son válidos solo por tres meses por lo que debió renovarse su permiso de permanencia)? ¿Con quién o quiénes se relacionó? ¿Con qué medios se mantuvo? ¿Bajo qué motivos se le extendió la autorización de permanencia, si se lo hizo? Algunas de estas preguntas ha respondido ya el Ministro del Interior pero hay otras más sensibles que están latentes y que corresponderían a otras esferas, especialmente de inteligencia.
Para nuestra tranquilidad o preocupación, el Gobierno -entiendo que la Secretaría Nacional de Inteligencia (Senain)- nos debe información, no vaya a ser que en el Ecuador haya una antena del terrorismo mundial que sea resultado de la política de la ciudadanía universal aplicada por el Gobierno.
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