Esa es la disyuntiva que comienza a tomar fuerza en toda Europa tras los atentados terroristas del pasado viernes en París. Ante el estado de profunda tensión y temor de la población, es previsible que las acciones que emprenda Francia, así como otros países europeos, tiendan a dar mayor preferencia a los aspectos relativos a la seguridad que a las libertades.
De hecho, el presidente francés, Francois Hollande, en su reciente comparecencia ante la Asamblea Nacional y el Senado ha anunciado reformas en la Constitución con la finalidad de frenar el terrorismo y garantizar la seguridad de sus conciudadanos. Aunque ha hablado de la importancia que tienen la defensa de la libertad y el derecho, la estrategia esbozada por el Mandatario francés incluye actuar con firmeza cuando sea necesario, plena legalidad de adoptar cualquier tipo de decisión aun cuando afecte a la vida de los ciudadanos, retiro de la nacionalidad a quien se involucre en actos terroristas, reforma a los estados de excepción, disolución de asociaciones cuando fomenten el odio, entre otras medidas.
Los atentados de París, al parecer, lo han cambiado todo. La lucha contra el terrorismo será un tema prioritario, al igual que la crisis de los refugiados, la crisis económica o el cambio climático. Si anteriormente la actitud frente a lo que sucedía en Siria, Iraq y Oriente Medio fue más distante, la amenaza del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) llevará un cambio de postura y estrategia. El ataque masivo de Francia a la ciudad de Raqqa, bastión de ISIS, habla por sí mismo.
No obstante, lo que preocupa es la postura que tendrán Francia y el resto de países europeos frente a los refugiados y la población de origen árabe que vive dentro de sus fronteras. Aunque los actos terroristas de París han sido rechazados por la mayoría del mundo musulmán, en varios países europeos el temor y el rechazo frente a los refugiados o migrantes crecen. Este ambiente poco favorable posiblemente lleve a que Europa endurezca su posición y tienda a un cierre paulatino de sus fronteras.
Pero esto no se queda ahí. La suerte de los inmigrantes de origen árabe y que tienen nacionalidad francesa, por ejemplo, no va a ser la mejor. Es previsible que ante el temor que han generado los ataques terroristas, el rechazo, la discriminación o el racismo de los connacionales se canalicen contra ellos. Si a esto se suma las medidas que ahora aplicarán los gobiernos para garantizar la seguridad, es muy posible que ciertos derechos sean vulnerados.
Así como el balance entre seguridad y libertad fue roto en Estados Unidos tras los ataques del 11-S, el advenimiento de una etapa recesiva en términos de respeto de las libertades está latente en Europa.
El eco y fuerza que comienzan a tener grupos radicales y agrupaciones políticas de ultraderecha generan mucha preocupación. Veamos, en todo caso, cuál es el curso de los acontecimientos.
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