El sorpresivo resultado electoral del domingo en Argentina puede marcar un cambio en la política de este país austral signado por una larga huella del populismo peronista desde mediados del siglo pasado.El candidato Daniel Scioli, auspiciado por el oficialismo –es un decir – se pegó un tortazo.
Aunque el hombre elegido por el kirchnerismo del Frente para la Victoria haya ganado la primera vuelta con un 36,86%, el tortazo fue grande por cuanto hasta esa misma mañana todos creían, según revelaron fuentes de las distintas candidaturas, que solamente se definía si habría o no una segunda vuelta.
Otra vez las encuestas se equivocaron. Si bien daban por sentado el segundo lugar para el centroderechista liberal Mauricio Macri, jamás imaginaron que se instalaría tan cerca del ganador con un 34,33%.
Uno de los triunfos más significativos de la jornada, empero, fue aquel de la Gobernación de la provincia de Buenos Aires ocupada hasta hoy por el presidenciable Scioli. Allí María Eugenia Vidal, de la Alianza Cambiemos y figura del Pro macrista, derrotó al siniestro operador político del kircherismo, Aníbal Fernández, jefe de Gabinete.
La sorpresa se acrecentó con la insólita derrota oficial en Jujuy, provincia asolada por la violencia y el narcotráfico donde las bandas clientelares habían cerrado el paso a toda posibilidad distinta. Eso fue hasta el domingo donde una amplia alianza multipartidaria logró destronar a los operadores gobiernistas.
Explicar la relación de Scioli con Cristina Fernández de Kirchner es algo complejo. El candidato elegido como último recurso fue vilipendiado de modo sistemático por la Presidenta pero los números le dieron como única carta viable. Entonces le colocó a un hombre de confianza, casi como espía en la candidatura vicepresidencial y ella personalmente armó con allegados las listas de candidatos a diputados.
El kirchnerismo pagó la factura con esta derrota. Cuando todo estaba preparado para la francachela del triunfo las caras de los sciolistas fueron de velorio y el Luna Park, escenario de grandes confrontaciones boxísticas del pasado y elegido para el festejo, se vació poco a poco.
Ni la Presidenta ni ningún dirigente oficialista apareció para no hacerse cargo de un fracaso que, aunque con triunfo numérico, supo a tremenda derrota.
Un bochorno adicional del oficialismo fue haber retenido la entrega de resultados hasta la medianoche, consciente de la debacle.
A pocos días de la segunda vuelta que se llevaría por primera vez en la historia argentina, es complicado predecir el resultado, pero a Macri le favorece la ola de la sorpresa y la sensación de dar alternabilidad y aires nuevos tan importantes en democracia.
No se puede ser categóricos. El peronismo no ha muerto, el kirchnerismo y su truculenta operadora política, La Cámpora, todavía tendrá espacios de poder y a Máximo Kirchner, hijo del matrimonio presidencial, instalado en la Legislatura.