Andaba solo, de regreso a mi casa. Dos cuadras antes de llegar, cerca de una esquina poco iluminada, me percaté de que había una persona de contextura delgada y alta. De inmediato pensé que me iba a robar. Me preparé psicológicamente para no ponerme nervioso. Tampoco podía correr porque hubiera sido peor. Capaz que me perseguía.
El sospechoso no pasaba de los 18 años. Su voz no era la de una persona adulta. Seguí caminando y de pronto se me atravesó, bloqueándome el paso.
Primero me dijo que si le podía regalar un dólar porque no había almorzado. Yo estaba dispuesto a dárselo para ver si con eso él se alejaba, pero ahí me di cuenta que me quería quitar todo lo que traía de valor. Cuando estaba sacando el dinero del bolsillo, él mostró una pistola y me tomó por la camiseta y me zarandeó fuerte. Dijo que le entregue toda la plata.
Pude controlarme. Por suerte tengo la capacidad de estar tranquilo en estas situaciones. Le dije que no tenía mucho dinero. Entonces, él me preguntó que si cargaba un celular.
Luego salió otro hombre con el mismo aspecto de adolescente. No sé cómo apareció esa persona, pero comenzó a buscarme en los cuatro bolsillos para comprobar si no tenía dinero. Estaba muy bien escondido.
Por un momento, ellos se estaban poniendo más nerviosos y opté por sacar rápidamente mi celular. Les dije que me dejen sacar el chip porque ahí guardaba números importantes.
Por un momento se portaron “comprensivos” y pude sacarlo. Ya no podía hacer nada. En ese rato, más que el celular me importaban los contactos de las personas de mi trabajo y mis amigos que tenía en el chip. Luego de esto les entregué el aparato.
El asalto duró unos dos minutos. En ese tiempo pude ver que eran ladrones inexpertos. En todo el atraco, las manos del que tenía la pistola le temblaban constantemente, mientras me apuntaba.
También pude darme cuenta de otro detalle. Estoy seguro que la pistola era de plástico. Eso me ayudó a que me tranquilizara un poco. Sabía que no me podían matar. Lo máximo que hubieran hecho es darme golpes. Luego de que les entregué el aparato los desconocidos me dijeron que me vaya, pero que no regresara a ver hacia atrás, porque de lo contrario, me iban a matar.
En ese momento me puse nervioso. Esperé un rato y regresé a ver. Los que me asaltaron ya no estaban. Caminé por las calles por donde me robaron en busca de un policía, pero no había nadie.