Lo que hicieron las tres jurados del programa “Ecuador tiene talento” no solo fue ofensivo contra la niña cantora, a la que juzgaron y catequizaron en tono prepotente e inquisitorial, sino también contra los miles de televidentes y sobre todo contra ellas mismas.
Este bochornoso episodio, que humilla en público a una chica por “no creer en Dios”, rememora en quien lo ve, ese adagio popular que dice: “la ignorancia es atrevida”. (Ignorancia, según la Real Academia: “Falta de ciencia, de letras y noticias, general o particular”).
Ignorancia de la historia, al no saber que desde hace más de un siglo, desde la Revolución Liberal, vivimos en un Estado que se define laico; esto es un Estado que respeta las diversas religiones y creencias de todos los ciudadanos, incluso el creer en no creer en dioses. Un Estado que no asume para sí ninguna religión o credo, sino que crea las condiciones para que sus ciudadanos, libre y plenamente, puedan desarrollar sus creencias cuándo y dónde quieran. Estado laico que promueve el libre pensamiento, que no es antirreligioso, sino facilitador de un entorno plural que entiende que los temas religiosos no le competen, que ellos son patrimonio de la intimidad de la persona.
Ignorancia de no saber la altísima responsabilidad que tiene quien se pone frente a los demás en calidad de padre o madre, dirigente político o religioso, profesor o autoridad pública, y del impacto que tienen sus palabras, acciones y gestos. El ejemplo y el verbo de los dirigentes hunden o enaltecen a cualquiera.
Este lamentable hecho no está aislado, está en un contexto de sensible deterioro de los medios de comunicación y de la democracia.
Parecería que buena parte de la prensa, radio y TV, oficial y no oficial y la TV pagada, compiten en quien difunde más mediocridad, crónica roja, farándula, y basura. Los espacios de debate político, investigación periodística y culturales se han reducido dramáticamente.
Hoy, subirse a un bus o taxi implica tragarse toneladas de reggaetón o de chistes bobos y ofensivos difundidos por radios cada vez más escuchadas. Con esto, se despolitiza y se reduce el sentido crítico de la población. Se mejora el terreno para el florecimiento del autoritarismo y del populismo.
Las jurados son la expresión de la educación que tenemos, de una visión empresarial que antepone el ‘rating’ a la ética, de un poder político agresivo al que todos imitamos y de una sociedad, que en “revolución”, se ha vuelto más conservadora.
Lo acontecido, no es un tema de la Secom. Nos rebajaría al nivel de la represión e irreflexión. Más bien es una oportunidad para debatir y aprender sobre la calidad de las escuelas, el rol de los medios, la relación ética y empresa, y sobre la necesidad urgente de ejercitar el respeto, la laicidad y la tolerancia.