La empresa privada financia el proyecto Lecturas en el parque, de Casa Morada, que hace intervenciones en sitios públicos como el Parque Forestal. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.
El espacio Lecturas en el parque, de La casa morada, se apropia de lugares públicos con fines culturales. Y también lanza convocatorias a través de las redes sociales con el fin de realizar lecturas públicas e interesar también a los visitantes de sitios como el Parque Forestal (Centro Cívico), al sur de Guayaquil, uno de las sedes habituales de la actividad.
El programa contó el año pasado con el financiamiento de dos empresas que le apuntaron a la cultura como un proyecto de responsabilidad social. Y para la temporada de este año repite Juan Marcet, que ratificó su apoyo al proyecto, según contó Andrés Zerega, gerente de La casa morada, una empresa cultural que organiza talleres, cuenta con una librería y una editorial independiente.
La consecución de fondos por parte del sector privado para la cultura es un “asunto complicado”, pero posible, según Zerega, si se conjuga rigurosidad académica, calidad de propuestas y si se logra hablar en el mismo idioma de los auspiciantes.
“La empresas que apoyan la cultura lo que están haciendo es que los públicos las vean como organizaciones con sensibilidad, en nuestro caso apoyan la construcción de ciudadanía a través de la lectura y la difusión de autores ecuatorianos”.
En Lecturas en el parque se les da al crédito de forma oral al inicio de las intervenciones y se entregan libretas o plumas de los auspiciantes, porque en los lugares públicos no se permiten activaciones de marca.
“El fin ulterior tampoco es lucrarse de la actividad, funciona más como una contribución social. La clave es la humanización del giro del negocio”, señala Zerega, ingeniero en mercadeo con interés en la literatura.
El escritor guayaquileño Ernesto Noboa, de la firma Innövering, señala que faltan incentivos tributarios para las empresas que apoyan proyectos culturales. A pesar de aquello, al consultor que participaba por primera vez en promoción cultural, le impresionó la respuesta del sector privado cuando buscó apoyo para el Festival Desembarco Poético, que se realizó en la ciudad en noviembre pasado.
Por cada dólar que el Municipio de Guayaquil destinó a la actividad, la empresa privada puso dos dólares, y solo para el Premio Internacional de Poesía Medardo Ángel Silva se destinaron USD 10 000.
“Las empresas le apostaron a algo tan difícil como la poesía. Hay cosas que son más fáciles de apoyar como pueden ser las artes plásticas, el teatro, la música, porque son gustos más masivos y las marcas van a estar más expuestas”, indicó Noboa, que tiene un doctorado en emprendimiento y brinda asesoría en creatividad e innovación empresarial.
Entre los factores que generaron confianza estuvo la calidad de la propuesta (el festival trajo a Guayaquil a Antonio Gamoneda, premio Cervantes de literatura), el hecho de que había un nexo con los empresarios y que antes de tocar las puertas del sector privado –organizaron un desayuno- consiguieron que el Municipio financie el Premio Internacional de Poesía.
El grupo Difare, La Universal, el Banco Bolivariano, Aifa, Agritop, La Ganga, Pharmacys y el Hotel Oro Verde estuvieron entre las firmas que le apostaron al Desembarco.
“El empresariado guayaquileño tiene sentido de responsabilidad social siempre que se le genere un clima de confianza, de que su dinero va a estar bien invertido, incluso en un nicho tan pequeño como la poesía”, agregó Noboa, que escribe poesía bajo el seudónimo de Jota Kintana.
“Pero insisto en que faltan incentivos estatales, beneficios para las empresas que vayan más allá de la mera presencia de marca”.