2015 será un año extremadamente inestable en el Mediterráneo, pero la onda expansiva alcanzará a todo el planeta.
La sacudida comenzará en Grecia con la probable elección del partido Syriza (Coalición de la Izquierda Radical) presidida por Alexis Tsipras.
Syriza amalgama estalinistas nostálgicos, trotskistas, anarquistas, anticapitalistas, antiglobalizadores, verdes que odian los transgénicos, antiamericanos, eurófobos, antieuros, y, claro, propalestinos-antiIsrael. (Grecia es el país más antisemita de Europa, según encuesta de la Liga contra la Difamación).
El programa de Syriza es perfecto para cautivar a muchos electores y, simultáneamente, hundir aún más al país. A una sociedad con un 28% de desempleados y una deuda exterior del 200% de su PIB, le propone salir de la crisis gastando más y manteniendo el mítico “estado de bienestar”, con servicios “gratis” para todos.
Tsipras habla de derechos y no de responsabilidades. Rechaza la austeridad de Merkel, la insolencia de los bancos y tenedores de bonos que pretenden cobrar los intereses pactados o los derivados del creciente riesgo-país, mientras los inversionistas ven las orejas del lobo.
Naturalmente, Tsipras combate la gran corrupción de los políticos y empresarios, pero no menciona la del “pueblo”, que defrauda a Hacienda, simula enfermedades para obtener pensiones, cobra empleos en los que no trabaja o los profesionales jubilados con 50 o 55 años y un 96% del salario.
El predecible triunfo de Syriza impulsaría a “Podemos” en España, una formación similar, dirigida por el profesor comunista-chavista Pablo Iglesias, que contribuyó decisiva y alegremente a destruir Venezuela mediante diversas asesorías impartidas por una fundación afín a su grupo (con despacho en Miraflores y por cuyos servicios recibieron aproximadamente cinco millones de dólares).
Iglesias y Tsipras, además de la ideología comunista, comparten un dato biográfico: siempre vivieron subsidiados o becados gracias a impuestos pagados por los ciudadanos.Quizás ello explica el que ninguno advierta que los problemas de España y Grecia no se derivan del mercado o de la distribución de ingresos, sino de la debilidad del tejido productivo.
Lo que España y Grecia necesitan es más capitalismo, pero del bueno, el fundado en la competencia y la meritocracia, y no en el compadreo y la coima. Requieren más empresas privadas exitosas y competitivas, porque ya sabemos a qué círculo del infierno conducen las empresas públicas. Lo que también necesitan son Estados eficientes y honrados que ahorren y administren con transparencia el dinero de los contribuyentes.
Ninguna persona sensata puede estar en contra del Estado de Bienestar, siempre que la sociedad lo elija democráticamente y trabaje para costearlo. Como hacen los daneses o los austríacos.