Tuvieron que pasar casi ocho años desde el inicio de la ‘revolución ciudadana’, 205 desde el Primer Grito de la Independencia en los territorios del actual Ecuador y más de 2 000 años desde los comienzos del arte dramático en el mundo occidental, para que el aparato de propaganda del Gobierno -después de unos costosos y dolorosos pinitos- hallara la fórmula perfecta para transmitirnos con claridad meridiana
cuál ‘es la verdadera libertad’.
Digna de un espacio privilegiado en los museos del ‘arte’ al servicio de la lamentablemente superada propaganda socialista, ‘Esta es la verdadera libertad’ derrocha originalidad y sobre todo sutileza. No se entiende cómo sus detractores la califican de obtusa y maniquea, cosificadora del concepto de libertad y de su representación en forma de mujer acosada y, sobre todo, de anacrónica y fuera de lugar para las funciones que debe cumplir la oficina de comunicación de un Gobierno que proclama a cada paso un cambio de época.
Dicen con razón sus mentores -con todo el peso moral que asiste a los gobiernos que ejercen la dirimencia entre el bien y el mal- que la pieza pone en el debate social el concepto de libertad. ¿A quién se le ocurre decir que lo que verdaderamente se debiera debatir es el uso de las cadenas nacionales para otro fin que no sea el interés público? ¿Cómo no va a ser de interés público una obra que por su contenido debiera pasar de su humilde formato de video a la gran pantalla, para seguir el destino que merecieron en su momento ‘La guerra y la paz’ o ‘¿Por quién doblan las campanas?’.
¿Y cómo se les ocurre decir que ‘Esta es la verdadera libertad’ sigue la línea de odio social en la que de antemano ya sabemos quiénes son los chullitas y quiénes son los bandidos, en el peor estilo del populismo comunicacional? Al contrario, la pieza contribuye a la paz social que demanda un país agotado por años de infructuosa polarización y que tiene muchas demandas informativas y de comunicación insatisfechas, generadas por una avalancha de cambios que no han permeado a la sociedad.
Alegrémonos, entonces, pues el aparato de propaganda halló el santo grial, la manera perfecta de educar al pueblo sobre las grandes verdades. Se sugiere que esta joya se imponga como página de inicio para los internautas nacionales, se exhiba en todas las salas del país, se incorpore a la campaña ‘All you need is Ecuador’ y se muestre en el mundo como la ruta que debe seguir la comunicación estatal contemporánea. Y que se nos diga quién fue el autor para que salga del inmerecido anonimato y reciba los elogios que hoy se limitan a los tan aplaudidos y cumplidores actores.
Este tipo de comunicación le hace muchísimo bien al Ecuador, pues no en vano se supone que la sociedad se ha modernizado y que desde el 2007 ha pasado mucha agua bajo el puente.
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