‘Porque para algo es la participación ciudadana’, Fernando Tinajero en su artículo ‘Una idea sobre el SNC’ (EL COMERCIO, septiembre 25), dice tomarse la libertad de opinar sobre la creación de un Sistema Nacional de Cultura, de acuerdo con lo que dispone la Constitución vigente. Se trata de un tema soslayado desde hace 7 años y 5 ministros de Cultura que se han sucedido sin dejar huella. Viene el sexto, Francisco Borja Cevallos, a lo mejor, la coyuntura esperada.
Por lo que le he leído, Fernando Tinajero es un intelectual familiarizado con el dolor de pensar. Cuatro serían las áreas que, según él, debería cubrir el SNC: interculturalidad, patrimonio, promoción de las artes y las letras, y “la memoria social”. Lo de memoria social entre comillas, pues el crédito lo tiene Tinajero, y sobre el cual caben mis añosos puntos de vista.
El custodio de la memoria social estaría formado por una “Verdadera Biblioteca Nacional” (también el crédito es de Tinajero), el Archivo Nacional y el Museo Nacional. La Biblioteca Nacional Eugenio Espejo, la existente en la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, no es una verdadera biblioteca nacional, por sus limitaciones, y porque no responde a propósito alguno que le dé relevancia. Tan solo para los chagras, los de visiones comarcanas, aquellos que no tienen términos de comparación, la Biblioteca Nacional Eugenio Espejo es una gran biblioteca. Comparada con las de los vecinos Colombia y Perú, o las Iberoamericanas de Bonn y Madrid, es evidente que en ciertos campos ha prevalecido un pensamiento pueblerino y enanizado en lo que hemos creado.
A mi juicio se impone una ‘verdadera’ Biblioteca Nacional de Autores Ecuatorianos. Es a lo que podríamos llegar si nos empeñamos a fondo. Tal biblioteca, en humanidades y en ciencias. La producción ecuatoriana publicada en el país y en el exterior, a la que se agregaría la de los viajeros que nos visitaron y la de los científicos extranjeros que contribuyeron al conocimiento de nuestro país. En un espacio de honor todo lo que queda, disperso, de las extraordinarias bibliotecas que crearon los jesuitas en la Real Audiencia de Quito, a más de los incunables que llegaron a Quito por esos milagros de la voluntad humana.
Para un país la memoria escrita, la que utiliza la escritura alfabética, es el gran documento de su identidad. Sí, de su identidad. La que resulta ser la suma del pensamiento de quienes utilizaron la escritura como un legado –inalterable, fidedigno–, que de generación en generación fue constituyéndose en la “memoria social”. Empeño de gran aliento, pues la creación de una Biblioteca Nacional de Autores Ecuatorianos. A mi juicio, el Gobierno, su Ministerio de Cultura y el nuevo Ministro, con tal biblioteca habrían escrito con letras de oro una página de su paso por la historia nacional.