Hasta antes del 2012, estas personas eran comuneros que optaron por el trabajo por su conocimiento empírico de la zona en la que habitaban. Sin embargo, desde noviembre del 2012 su praxis tiene un sustento teórico. El Ministerio del Ambiente informó que cada año se busca capacitar a 75 de ellos.
Durante ese tiempo, los cuidadores de los ecosistemas afianzaron su perfil profesional. Recibieron clases de planificación de proyectos, administración de recursos, manejo de conflictos, educación ambiental, conservación y biodiversidad, cambio climático, manejo de visitantes y primeros auxilios.
Para Francisco Prieto, director nacional de biodiversidad, un guardaparque tiene la capacidad de adaptarse a diferentes condiciones de trabajo, en la zona donde se desempeña, siendo capaz de mantener una estrecha relación con las poblaciones locales, respetando sus manifestaciones culturales, desenvolviéndose y comunicándose con diferentes grupos culturales propiciando el desarrollo local.
Además de una buena disposición para el trabajo, para aprender y adaptarse. “Estas personas pueden manejar situaciones difíciles, controlar incendios y participar en intervenciones de rescate y otras. Es capaz de hacer reparaciones básicas y mantenimiento preventivo de la mayoría de los equipos de campo”. Prieto.
A estas cualidades Augusto Granda, quien trabaja en la Reserva Ecológica Antisana, indica que sus compañeros y él, deben conocer, de manera general, la legislación vinculada a la gestión de las áreas protegidas, así como la diversidad biológica y las actividades que se realizan en su zona.