Redacción Cultura
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Por debajo de la ola mediática que levanta el premio Rómulo Gallegos, cada dos años, llegó hace pocas semanas una buena noticia : uno de los siete finalistas del prestigioso premio era un autor ecuatoriano.
Clave biográfica
Nació en Cuenca el 20 de enero de 1944 . Fue miembro del grupo de los Tzántzicos. En 1965 fundó, junto con Alejandro Moreano y Ulises Estrella, la recordada revista La Bufanda del Sol.
En 1984 publicó su libro de cuentos ‘Oposición a la Magia’, que antes había obtenido una mención en el concurso de relatos convocado por la Revista Plural de México.
Ha publicado, además, los libros ‘La doblez’, ‘ El otro lado de las cosas’, ‘Historia de disecadores’, entre otros. Ahora acaba de dar a la luz su reciente novela, ‘El sabor de la condena’, bajo el sello editorial El Conejo de su amigo y compañero de generación Abdón Ubidia.Era Francisco Proaño Arandi, quien llegó a ese renombrado espacio literario gracias a su novela ‘Tratado del amor clandestino’.
Una síntesis -a decir de varios avisados lectores- de sus temáticas y del estilo que ha forjado en más de tres décadas de constante escritura.
En sus inicios, Proaño se integró, como todo inquieto joven literato de los sesenta, al movimiento de los reductores de cabezas, los Tzántzicos.
Más tarde, con la novela ‘Antiguas caras en el espejo’, se ganó el reconocimiento de la crítica y de los lectores ecuatorianos.
Aquella novela, piensa el escritor Modesto Espinosa, marcó el inicio de una escritura sostenida, mesurada, fiel a sí misma.
“Luego, con ‘El otro lado de las cosas’, su escritura alcanzó su estilo y temática propias. Sus creaciones están marcadas por la presencia de la ciudad antigua, de las casas viejas, llenas de rumores y fantasmas, y de aquellos personajes que las habitan”.
En ese sentido ‘Tratado del amor clandestino’ es al mismo tiempo una confirmación y una aventura. A decir de Antonio Correa Losada, quien editó esta novela en la publicación que hizo el Consejo Provincial de Pichincha el año pasado, “se trata de una especie de síntesis o resumen de la narrativa de Proaño Arandi y en ese sentido es una de sus obras más importantes”.
Algunas críticas han identificado su ritmo moroso y su riqueza léxica como manifestaciones de una escritura barroca. “Su fuerza -sigue Correa Losada- descansa en la potencia para describir los paisajes y los entornos como si fueran personajes”.
Y el entorno tiene mucha relación con el nacimiento de sus historias, según cuenta él mismo. “Los entornos sugieren los personajes.
En esa casas antiguas viven las historias”. Para que esas historias se vuelvan una novela en la sensibilidad del autor, precisan de un 0procedimiento interior particular.
“Mis historias han nacido siempre como dos ideas (o grupos de ideas contrapuestas) que, en algún momento, necesitan encontrarse e imbricarse. Esa imbricación es la trama de la novela”. La historia de su ‘Tratado…’ es un ejemplo fiel de ese procedimiento narrativo interno.
Se trata de la narración, en primera persona, de un hombre que fue abandonado por su padre a los 9 años. Y de la búsqueda que, luego de 20 años, emprende este hombre para encontrar la huella paterna.
Ese periplo lo llevará a uno de los lugares más remotos y enigmáticos del país: los Llanganates. La exploración externa es mínima, solo la necesaria para mantener el hilo de sus recuerdos, desplegados con un diapasón detallado y moroso. El narrador pinta su memoria en este ritmo: “Reveo el movimiento, el regreso irreversible del rostro, su perfil ancestral, mientras que, a la vez, royendo el silencio, crece, mínimo y seco, el crujir antiguo de la mecedora, tu mecedora…”. Al final, la novela da un brusco giro argumental cuando se conocen los motivos y los resortes emocionales del padre.