El próximo 7 de diciembre tendrá lugar en Copenhague la Cumbre Mundial sobre cambio climático.
Y aunque las expectativas de lograr un acuerdo global para reducir las emisiones de carbono son remotas, causa principal del efecto invernadero y del cambio climático, al menos servirá como espacio para debatir y sentar las bases de futuros acuerdos.
Si las cosas siguen como están, los días están contados para el ser humano. Las emisiones de gases (principalmente de CO2) -relacionadas no solo con países desarrollados sino también con economías emergentes- se han convertido en un problema global. Lo que hagan unos países no deja de afectar a otros en mayor o menor medida.
El aumento de la temperatura, provocado por el exceso de emisiones de carbono, traerá consecuencias lamentables para todos: incremento en el nivel de los mares, inundaciones, sequías, falta de lluvias, pérdida de glaciares y afectación de ecosistemas claves para le provisión de agua dulce para el consumo humano.
Pese a la inminencia de esta catástrofe mundial, es decepcionante la falta de visión y voluntad política de los líderes mundiales para tomar cartas en el asunto. Si en el pasado, por ejemplo, EE.UU. firmó el tratado de Kioto pero jamás lo ratificó, la postura de China y de la India no es menos censurable. Tomen en cuenta que estos dos países están en el primero y quinto lugar en emisiones de dióxido de carbono.
Sin embargo, se niegan rotundamente a firmar cualquier acuerdo. Si para 2007 las emisiones de CO2 por parte de EE.UU. y China fueron de 6 087 y 8 106 millones de toneladas métricas, para 2020 éstas serán de 6 308 y 11 292. El aumento de la contaminación por parte de China será del 40 %, algo ciertamente alarmante. Pregunta: ¿por qué el resto de la humanidad tiene que asumir las consecuencias de la irresponsabilidad de un país como China?
Brasil, exitoso en lo económico pero reñido con el medioambiente, ha propuesto como alternativa la producción de biocombustibles. No obstante, el uso de caña de azúcar, materia prima para elaborar flex-fuel, ha implicado la expansión de la frontera agrícola y una presión para continuar con la deforestación. En 2007, en el lapso de cinco meses, fueron talados 7000 km² de bosques en el estado de Mato Grosso. Entonces, ¿de qué alternativas y soluciones estamos hablando?
Para el caso de Ecuador, la incoherencia no está ausente. Al mismo tiempo que se plantea la iniciativa Yasuní-ITT (para dejar el crudo bajo tierra) no se tiene el menor escrúpulo para seguir expandiendo las áreas de producción hidrocarburíferas, incluso la minería a cielo abierto.
Insisto. El problema del cambio climático es serio, debemos ser conscientes de ello y exigir de nuestras autoridades posturas mucho más responsables.