¿Pico y placa? Para el ciudadano común este anuncio entraña una muy cercana restricción a la circulación de vehículos a motor y que, en un día, tan solo circularán vehículos con placa par; al siguiente, los de placa impar.
Por ausencia de información suficiente, esta restricción tendría una duración muy grave: de 07:00 a 09:30; y, en la tarde, de 16:30 hasta 19:00. Se entiende también, que este régimen imperará en la ciudad de Quito. ¿Pero podrán circular en los valles cercanos como Cumbayá, Tumbaco y Los Chillos? ¿Podrán arribar hasta las goteras de Quito? ¿Hasta qué punto podrían acceder? Y una vez en las goteras de la gran ciudad ¿dónde dejarían estacionados sus automóviles?
De estos valles y de las zonas aledañas, llegan a la gran ciudad decenas de miles de automotores. Sus conductores no vienen “de paseo”, sino a trabajar y producir -entre otros- para el Municipio y el Estado, a los que dan su dinero por impuestos. Con mucha simplicidad estiman que, durante la restricción, los automovilistas podrían usar los buses de servicio público. Si los usaran, advertirían que el transporte de buses parroquiales está copado, tanto como el servicio del Trolebús y Ecovía en la propia capital.
Los de automóvil -por lo menos en alto número- traen en su vehículo los hijos a la escuela o colegio y los dejan en clase. ¿Qué hacer con esos alumnos? En su hogar del valle trabajan complementariamente; y, para ello, llevan y traen computadora portátil y documentos. ¿Qué seguridad puede dar el Municipio de que los ladrones, dentro del atestado bus popular, no le arrebaten su computadora? ¿Han meditado los planificadores sobre los efectos de la plaga de la delincuencia, que no perdona ni un teléfono celular; y si hallan resistencia del asaltado lo hieren y hasta lo matan? Si utilizaran el atestado bus popular se darían cuenta del trato indigno que reciben muchas mujeres por manoseo de sus partes pudendas, sin posibilidad de defenderse.
Con igual ingenuidad, pregonan que quien tiene automóvil puede traer a la ciudad parientes o amigos, en el mismo viaje. Pero cada pasajero tiene diferente horario de labor, distinto destino en la gran ciudad; y, si por filantropía, el automovilista recoge cualquier pasajero, ¿acaso alguno de ellos no será un delincuente que pone en serio peligro su seguridad?
Si quieren imponer el “pico y placa”, aplacen la vigencia hasta realizar una amplia campaña informativa; y planifiquen la duración entre las 07:00 y 09:00, en la mañana; y, en la tarde, desde las 17:00 hasta las 19:00. No vaya a resultar que, por la premura, lo que se cree solución resulte un enredo mucho más grande que el actual. Una situación es planificar sin conocimiento directo de la dura realidad que vive el público; otra distinta, sufrir el transporte que, día tras día, se complica mucho más.