Mientras la economía se mueve poco y el desempleo aumenta, los precios de los productos de consumo masivo preocupan a la gente.
El precio de la leche que se elevó para el ganadero se había mantenido represado por largo tiempo pese a la elevación de los insumos. Ahora se esperan los reajustes que anuncian los industriales al producto elaborado y empacado.
Una vez más, y como siempre ocurre, será el consumidor el que absorba el alza. Sería mejor tener menores ajustes graduales que causen menos impacto.
Sobre el azúcar, los datos recogidos por los medios de comunicación -y en esto coinciden privados y gubernamentales- muestran que en tiendas y mercados no hay el producto. Los operativos de frontera se intensifican para verificar si hay fuga hacia Colombia o Perú como se ha podido constatar.
En los ingenios hay abundancia. Entonces no se justifica la escasez y la especulación parece evidente. La respuesta oficial es vender directamente en mercados populares, una medida efectista más que efectiva.
El problema del arroz es más grave. La producción del grano es grande. Se estima en 900 000 toneladas en este año. El consumo nacional, según autoridades del ramo, bordea las 600 000 t. Se anunció un paulatino envío de arroz a Venezuela por 150 000 t.
La sobreproducción debería hacer bajar el precio al consumidor, pero esta ecuación afectaría a los productores, que se muestran nerviosos. El mercado colombiano por ahora no es un destino seguro, al menos hasta junio.
En escenarios especulativos, la oferta y la demanda no operan, y controlar precios es un mito. Es deber del Gobierno frenar la especulación y la fuga de alimentos a otros mercados.