Faltan 16 días para el inicio de la restricción vehicular en Quito. El Alcalde metropolitano enfatiza que, tras una serie de prórrogas, se dará ese importante paso el 3 de mayo, para lo cual se han adoptado varias medidas complementarias, tales como la disminución de los intervalos en los recorridos de los buses y el incremento del número de unidades y que se están habilitando espacios para estacionamiento de vehículos.
Los antagonistas, entre los cuales destaca un ex concejal y ex candidato a la Alcaldía, hacen la salvedad de que no se oponen a la implantación del sistema denominado pico y placa, que por ahora es la mejor opción para aliviar la congestión vehicular, pero que no se han tomado, en forma oportuna, las precauciones para garantizar el éxito de la novedosa innovación.
Señalan que no se cuenta con “playones” suficientemente amplios y seguros, en sitios estratégicos, para dar cabida a los miles de automóviles provenientes de los barrios y poblaciones circundantes, por lo que se producirá un caos mayúsculo; que, asimismo, dejan mucho que desear la capacidad y la seguridad del transporte público; y, que unos cuantos miles de automotores carecen de placa, por culpa de la Policía.
Temen que el remedio sea peor que la enfermedad y el ex concejal anuncia que presentará una demanda de inconstitucionalidad por esta restricción, que la califica de apresurada.
El aspirante a la Alcaldía sostiene que la intención de construir un “metro”, como anuncia el actual Burgomaestre, es utópica, ya que cada kilómetro costaría 150 millones de dólares, lo que está fuera del alcance de la Municipalidad y del Gobierno y que el pasaje costaría 15 dólares; que lo realizable es un tren ligero, que puede ejecutarse en tres años y que sería una buena solución para la congestión vehicular de Quito.
Son opiniones sensatas, que deben tomarse en cuenta, sin que esto signifique que constituyen panacea.
En realidad, un paso en falso del sistema pico y placa sería muy grave, funesto, por lo que es saludable que los personeros y funcionarios municipales analicen los pros y contras de los diversos criterios planteados y que acaten las recomendaciones de los técnicos en la materia, al margen de miramientos políticos, y que aprueben las mejores decisiones en torno a tan complejo problema, en el que bastante tiene que ver la desidia de anteriores administraciones municipales.
Antaño se proclamaba que tan pronto como el Alcalde y los concejales de Quito asumían sus dignidades se despojaban de sus respectivas banderías políticas y formaban un equipo homogéneo para trabajar a tiempo completo por el progreso de la ciudad y la solución de sus múltiples problemas. Hoy más que nunca se requiere que se restablezca ese postulado.