A pesar de las evidencias en contrario, todavía existen algunas voces que acusan a los biocombustibles de ser una amenaza a la seguridad alimentaria, sobre todo en los países más pobres. La argumentación se basa en la premisa equivocada de que el área de plantación de los biocombustibles ocuparía tierras dedicadas al cultivo de alimentos y agravaría el ya preocupante escenario de hambre en las regiones menos favorecidas del mundo. Ignora que, según la FAO, solo el 1% de la tierra utilizada para la agricultura es destinada a la producción de biocombustibles.
Aún en la hipótesis de un aumento exponencial del área de cultivo de materias primas para biocombustibles, su producción no tendría significación suficiente para amenazar la seguridad alimentaria del planeta.
Por el contrario, el caso brasileño es un ejemplo contundente de que los biocombustibles pueden contribuir para la seguridad alimentaria. En Brasil, la producción de biocombustibles aumenta la productividad de la agricultura como un todo, al volver más competitiva toda la cadena productiva nacional e impulsar la creación de una infraestructura adecuada (puertos, carreteras, vías férreas, ductos, irrigación).
El caso brasileño no necesita ser el único. Más de 100 países tienen potencial suficiente para producir bioenergía. La producción y el uso de biocombustibles tienen todo para servir de base al progreso socioeconómico de decenas de países de menor desarrollo económico relativo. La construcción de un sector agrícola moderno y eficiente podrá producir alimentos y bioenergía de manera sostenible, generando renta sin comprometer el aprovechamiento racional de los recursos naturales. Es decir, el principal obstáculo para superar el hambre colectiva es la falta de acceso a la renta y al desarrollo económico. El premio Nobel de Economía Amartya Sen argumenta que el hambre y la desnutrición tienen menos que ver con la escasez de alimentos y más con la falta de “poder de acceso” de las poblaciones más pobres.
Brasil se enorgullece de su programa de biocombutibles y de poder compartir sus éxitos con otros países en desarrollo. Como argumenta el presidente Lula, los biocombustibles están entre los más promisorios vectores del desarrollo sostenible. Nuestra expectativa es que los críticos puedan percibir que los proyectos de bioenergía tienen como principal objetivo, justamente, el de integrar la producción de energía a la producción de alimentos. Para que tal objetivo se concrete, es necesario superar las barreras y los subsidios, aplicados por los países del norte, que impiden el desarrollo agrícola de los más pobres.