Típicamente los perros pequeños son los que más ladran. Hacen un ruido insoportable y molestan a todo el mundo, pero muy rara vez llegan a morder. Pero qué monstruoso es el ruido que meten. Y cuánto molestan.
Por alguna inexplicable razón y sin que haya ninguna conexión lógica, ese recuerdo me vino a la mente cuando la Asamblea derogó la reforma tributaria. Porque derogar esa ley, que entró en vigencia hace un año, es algo que no está dentro de las competencias de la Asamblea. Los Asambleístas lo saben, pero este es un tema en el cual pueden hacer mucho ruido y como buenos políticos, les encanta hacer ruido aunque no vayan a tener ningún efecto.
Porque el artículo 135 de la constitución dice que sólo el presidente puede “presentar proyectos de ley que creen, modifiquen o supriman impuestos”. Es clarísimo, no hay dónde perderse. Sólo el presidente puede proponer leyes que bajen o desaparezcan impuestos.
Ni todos los asambleístas juntos, ni las firmas de 18 millones de ecuatorianos podrían presentar un proyecto de ley que desaparezca impuestos. Sólo el presidente tiene ese poder.
Por cierto, esa restricción tiene mucha lógica porque sin ella, hace mucho tiempo que se hubieran derogado todos los impuestos y el Estado estaría quebrado (o estaría más quebrado de lo que ya está).
Pero la ley que deroga la reforma tributaria no fue propuesta por el presidente de la república, por lo que es totalmente inconstitucional. No hay escapatoria. Pocas normas de la constitución son tan tajantes como ese artículo y la Corte Constitucional debería declararla inconstitucional en menos de 10 minutos.
Pero cuánto ruido han metido, cuánta inseguridad han producido y cuánto habrán asustado a los inversionistas que, con este granito de arena, tienen un incentivo más para llevar su dinero a cualquier país donde los legisladores sí respeten su constitución.