Durante una cena unas horas antes de dejar Iraq, los soldados estadounidenses no tenían ilusiones en cuanto a los desafíos que le esperan al Gobierno de Bagdad. En general, esperan que la invasión encabezada por Estados Unidos para derrocar a Saddam Hussein y la misión de combate que termina mañana no hayan sido en vano, y que Iraq esté en el camino correcto hacia la estabilidad. “Simplemente no quiero haber estado aquí por nada. Cuando vine aquí quería que fuera por algo”, dijo el sargento Robert Vaught, un comandante del primer Batallón del regimiento de Infantería 116, en una base aérea del sur de Iraq. Los soldados estadounidenses que están por regresar a su país dijeron que es difícil para el público imaginar lo que pasaron y vieron en Iraq desde la invasión del 2003. Más de 4 400 soldados estadounidenses han muerto en Iraq desde el 2003, además de unos 100 000 civiles iraquíes. A fin de mes, el Ejército estadounidense traspasará el control total de la seguridad a las fuerzas armadas iraquíes, luego de una misión de combate de siete años y medio, bajando el número a 50 000 soldados que asistirán a sus pares pero que ya no encabezarán la lucha. Vaught cree que las fuerzas iraquíes han mejorado lo suficiente como para lidiar con los constantes enfrentamientos, pero que aún encaran una difícil tarea. La violencia en general se redujo marcadamente desde el punto más álgido de las luchas sectarias en el 2006 y el 2007, pero los insurgentes liderados por islamistas sunitas todavía perpetran ataques e Iraq sigue siendo un lugar frágil. El presidente estadounidense Barack Obama tiene previsto pronunciar mañana, desde el Salón Oval de la Casa Blanca, un discurso dedicado a Iraq, que será televisado a todo el país. Las tropas estadounidenses se redujeron a menos de 50 000 por instrucciones de Obama, como parte de un “retiro responsable” de tropas, siete años después de la invasión decretada por Bush, que sacó del poder a Saddam Hussein alegando que era un peligro para la humanidad porque poseía armas de destrucción masiva. A nivel internacional, Obama enfrenta otro desafío. El 2 de septiembre apadrinará la cumbre entre el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el presidente palestino, Mahmud Abbas, en Washington. Dar tanta importancia a la política exterior podría ser un riesgo para el Presidente, que enfrentará en noviembre las elecciones legislativas de medio mandato, que decidirán su margen de maniobra en la Casa Blanca. Los estadounidenses podrían verlo como desinteresado en los problemas del país, en momentos en que hay un desempleo obstinadamente elevado y nuevos signos de una economía debilitada. Los republicanos apuestan a ganar votos en base al descontento de los estadounidenses.