El canciller Patiño se aceleró tanto para posicionar a la Unasur como una alternativa a la OEA y para posicionarse a sí mismo como una mejor alternativa al secretario de este organismo, José Miguel Insulza, que se olvidó precisamente aquello que tanto reclamó al Secretario General de la OEA: “hacer consultas previas”. Especialmente hacer consultas y tener certezas con el país que considera su aliado más cercano, Venezuela. Quién diría que el Canciller que dio lecciones de manejo de crisis a Insulza y lo acusó de “Incinerar la región con su irresponsabilidad”, dejó que la reunión de cancilleres de Unasur del 29 de julio se le fuera de las manos y que a pocos minutos de dar la rueda de prensa final, su canciller aliado, Nicolás Maduro, decidiera por sí y ante sí que no iba a firmar la declaración alcanzada durante la reunión y que todo lo trabajado durante la tarde quedaba en nada. Nueve cancilleres y dos vicecancilleres se fueron con las manos vacías, sin contar con que Colombia se apuntó el triunfo que el silencio otorga’
Por supuesto, la delegación brasileña que había trabajado cuidadosamente en el texto base fue la que se sintió más indignada con todo lo ocurrido, sin que el canciller Patiño pudiera hacer nada para enmendar el entuerto. Ahora todo el peso de la carga recaerá solamente en los presidentes de la Unión de Naciones del Sur, ya que sus cancilleres no pudieron. Por cierto, las disputas sí se podrían resolver inmediatamente, pero con mediadores que eviten las confrontaciones –epítetos poco respetuosos incluidos-. A juzgar por lo que pasó el jueves, mejor hubiésemos hecho con dejar las cosas como quedaron en la OEA.
¿Es así como podemos ser una alternativa a la OEA y dar lecciones de multilateralismo? ¿Podemos realmente manejar las relaciones internacionales como una sesión de votación de la Asamblea Nacional? ¿Tenemos claros los conceptos? Me parece que no. Con este tipo de reuniones, vamos a hipotecar la credibilidad de un organismo que apenas está dando sus pininos para convertirse en un órgano esencial de integración que pueda -efectivamente- resolver problemas y que no desgaste el tiempo y el prestigio de los presidentes y mandatarios en frecuentes cumbres acusatorias, sino que se concentre en resolver los problemas de la región a la que sirve. Hasta donde uno conoce, para eso sirve la diplomacia y para eso se han creado vastas cancillerías en todo el mundo. De lo contrario, solo existirían ministerios de Defensa.
Creo que Unasur debe crecer, fortalecerse y defenderse, pero sin sentar bases de respeto y construcción institucional, el entusiasmo de estos días fácilmente se puede volver modorra. El Ecuador termina su presidencia pro témpore a media luz con un problema agravado, el de Colombia y Venezuela, y con un secretario General, Néstor Kirchner, que no puede ejercer porque no puede venir a Quito.