Los manglares son zonas donde se puede mitigar el impacto ambiental. Foto: Archivo / EL COMERCIO
Son eficientes filtros de agua y los pulmones más eficaces de la naturaleza. Los manglares concentran poblaciones de peces juveniles, moluscos, crustáceos y algunas especies en peligro. También, funcionan como barreras naturales ante fenómenos como tsunamis y tormentas, y almacenan grandes cantidades de CO2.
En el mundo, los manglares alcanzan una extensión aproximada de 152 000 kilómetros cuadrados, en 123 países. Pero el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) calcula que más de un cuarto de su cobertura originaria ha desaparecido. Ahora representan menos del 1% de todos los bosques tropicales del planeta.
Identificar sitios prioritarios y sumar nuevos espacios protegidos de estos ecosistemas fueron algunos de los temas de análisis de la VI Reunión de la Iniciativa Regional de Manglares, Corales y Humedales Asociados de la Convención Ramsar, que reunió a delegados de 13 países de América Latina en Arenillas (El Oro).
La Estrategia de Manglares de la Convención Ramsar abarca un área de 46 284 kilómetros cuadrados de manglares en Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Perú, República Dominicana y Venezuela. También, incluye 26 000 km2 de arrecifes coralinos y humedales.
María Rivera, consejera para las Américas de Ramsar, explica que los países partes siguen una resolución enfocada en la conservación, manejo integral y uso sostenible de estos ecosistemas y sus recursos. Así se busca frenar el deterioro de los manglares, principalmente amenazados por las industrias de acuacultura y agricultura, y por el desarrollo urbanístico.
Los corales también sufren un desgaste acelerado. Rivera explica que el 19% del área total de arrecifes se ha perdido en el mundo y que un 15% está en riesgo en la próxima década, según estudios de la Red Global de Monitoreo de Arrecifes Coralinos.
Los corales son el hábitat de múltiples organismos marinos y buenos secuestradores de carbono. Sus principales amenazas las origina el hombre: la contaminación de aguas marinas, la sobrepesca y la pesca no sustentable, el acelerado desarrollo turístico y urbanístico, las especies invasoras, el cambio climático y el calentamiento del mar están acelerando el proceso de blanqueamiento.
Ecuador tiene 157 094,28 hectáreas de manglares;
1 370,78 hectáreas de corales en zonas como Bajo Cope, Jama, Canoa y Ayampe; y 206 799,56 hectáreas de humedales costeros, según datos del Ministerio del Ambiente (MAE).
Durante la reunión, Ecuador mostró algunas de sus estrategias, como la declaratoria de 18 áreas marino costeras protegidas, que suman alrededor de 600 000 hectáreas. En su mayoría son humedales, corales y manglares.
El MAE registra cerca de 60 000 hectáreas entregadas en custodia a 45 asociaciones y cooperativas. Son cerca de
7 000 beneficiarios, que en su mayoría se dedican a la captura sostenible del cangrejo rojo (Ucides Occidentales) y de la concha prieta (Anadara tuberculosa).
En la reunión Ramsar, Marco Solano representó a Costa Rica. Explicó que en su país aplican rigurosos monitoreos de control ambiental y también apoyan el desarrollo de servicios ecosistémicos para impulsar la economía de las comunidades locales, a través de guías especializados, hospedaje, alimentación y transporte.
Como ejemplo habló del Parque Marino las Baulas, donde se ubica el sitio Ramsar Estero de Tamarindo. Aquí se protege a una reducida población de tortugas baula del Pacífico occidental, una especie en peligro de extinción que apenas alcanza unas 100 anidadoras.
Las visitas para conocer el proceso de anidación mueven el turismo. Solano calcula que cada tortuga que anida deja alrededor de USD 25 000, distribuidos en distintos servicios.
Pero a la vez se esmeran en cuidar del manglar, que proporciona el agua que ayuda a mantener la temperatura que requieren las tortugas al nacer. También, trabajan arduamente en la preservación de esa barrera natural que evita el paso de la luz proveniente de la zona urbana y que pone en riesgo el camino de las tortugas al mar. Por ello aplican controles en la línea de costa, registros de la temperatura de la arena, así como técnicas para detectar posibles cambios en la vegetación y que puedan dar datos confiables de la problemática ambiental en el sector.