El Ecuador vive en una época de revelaciones truculentas en cuanto al abuso y violación a niños y jóvenes.
Mientras varios juicios se instalan contra maestros perpetradores de estas atrocidades, hay acusados prófugos y otros acaso jamás pagarán por su execrable abuso, la sociedad pide transparencia contra la impunidad.
El entorno más cercano al niño y al joven suele ser el más peligroso. Las denuncias de violaciones, manoseos, abusos, por parientes, familiares, amigos de la casa, espeluznan.
La escuela y el colegio que concebimos como lugar de protección y templo del respeto a su formación y a su cuerpo son vistos como lugares que suponen un riesgo. Ahora los jóvenes y los niños no solamente deben cuidarse de los desconocidos en la calle y el transporte público, hay terribles abusos y violaciones en el entorno, en el colegio a cargo de ciertos profesores, pero también de otros jóvenes.
Los datos que publicamos ayer muestran que en los Centros de Adolescentes Infractores hay 618 menores. 207 están por abusos y violaciones.
La protección del niño debe desarrollarse temprano, sembrar alertas y mejorar el entorno donde muchos atestiguan escenas de violencia sexual y a veces lo asimilan como algo natural.
La educación es vital pero también la lucha contra la impunidad en el entorno familiar, en el barrio, en el colegio y entre los compañeros de escuelas y colegios. Es tarea urgente y colectiva.