Los movimientos se ejecutan con la yema de los dedos. También mejora la circulación y se reducen las arrugas. Fotos: Armando Prado / EL COMERCIO
Con toquecitos suaves con la yema de los dedos empieza el yoga facial. Se trata de una técnica que activa los músculos del rostro con el propósito de reducir la presencia de arrugas, por lo tanto, de lucir una tez más joven y relajada.
En China se lo practica todos los días: en la casa, en el trabajo y hasta en la escuela. Lo practican hombres y mujeres de todas las edades. Sin embargo, es novedad en países de América del Sur como Argentina, Paraguay, Brasil.
En Ecuador se lo realiza en clases específicas. Akire es una de las profesoras de yoga que enseña los trucos para entrenar a los músculos del rostro: incluye la base del cuello (parte frontal).
Ella se entrenó en el país asiático mientras estudiaba mandarín y comprobó los beneficios del yoga facial.
La lista es larga, pero entre los principales están: reduce el estrés y las arrugas; mejora la irrigación sanguínea, fortalece, tonifica y relaja los músculos; acelera el proceso de regeneración de tejidos.
Los beneficios se extienden al ámbito emocional y mental, pues también relaja y disminuye las tensiones ocasionadas por el exceso de trabajo o por preocupaciones.
La especialista asegura que lo ideal sería practicar yoga facial todos los días para observar y sentir sus bondades en menor tiempo. Pero si carece de minutos en su día a día, podría intentar tres o cuatro veces a la semana.
En China, contó, los niños activan los músculos que rodean los ojos antes de iniciar con las clases. “Es como si ‘resetearas’ un computador. Elimina el estrés y relaja”.
Michelle Smith, también profesora de yoga, aseguró, en cambio, que dentro de los aviones las azafatas también guían rutinas para despertar a esos músculos, ignorados en otros países, pues la mayoría de las personas está concentrada en entrenar a los músculos del resto del cuerpo: piernas, brazos.
Las rutinas de ejercicios son variadas, y para cumplir con una requiere de entre 15 y 20 minutos. Puede extenderse en días con más disponibilidad de tiempo.
De acuerdo con las instructoras, el yoga facial se diferencia del resto de masajes porque durante las rutinas hay un control de la respiración y conciencia de cada uno de los movimientos que se realizan con la yema de los dedos. La respiración, precisamente, es la base de esa tradicional disciplina física, mental y espiritual.
Para obtener mejores resultados se aconseja desarrollar los movimientos en un ambiente cargado de luz natural y libre de contaminación visual y auditiva.
También es buena idea cumplir con la rutina acompañada de música ligera, que invite a reflexionar y relajar la mente y los músculos.
Akire y Michelle, por ejemplo, desarrollaron una serie de masajes en el Parque Metropolitano, norte de Quito.
Además de los movimientos, que se ejecutan con la yema de los dedos, sugirieron realizar asanas invertidas. Estas también mejoran la circulación, por lo tanto, permite que el agua que se acumula en las diferentes cavidades de la cara se distribuya por el resto del cuerpo.
“Las ojeras, por ejemplo, se producen por acumulación de líquidos. Se reducen con el yoga facial”, afirmó Akire.
Un encuentro de yoga facial dura entre 40 y 45 minutos, pues antes se cumple con un protocolo para entrar en ‘calor’. El costo depende del especialista que dicte la clase. Sin embargo, el precio aproximado es de USD 10- 15.
Para cumplir con la clase es necesario acudir con vestimenta cómoda y con un mat -colchoneta para practicar yoga-. Los encuentros se cumplen de forma grupal e individual.