Ángel Barahona y su hija Elvia conservan esta tradición en la parroquia Guaytacama, en Cotopaxi.Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
En la casa de Ángel Barahona abunda el maíz. Las mazorcas se secan amarradas en el tumbado de su antigua vivienda.
Esta es una tradición que los lugareños de la parroquia Guaytacama, en Cotopaxi, mantienen por más de 200 años. Los vecinos la denominan como guayungas.
Esta técnica ancestral consiste en que luego de la cosecha se escogen los mejores granos para dejarlos a secar durante un año. Barahona dice que el secreto es no pelar la mazorca, sino dejarla cubierta con una parte de las hojas. Las demás son dobladas para arriba en forma de moño para colgarlas en largos maderos.
Así permanecen durante un año hasta usarlas en la próxima siembra como semilla y otra parte se consume en familia. El maíz se cocina en tiestos de barro.
Elvia, hija de Barahona, también aprendió este conocimiento que son trasmitidos de padres a hijos, por varias generaciones. “Es una buena técnica porque al estar las mazorcas cubiertas con dos a tres capas de las hojas del maíz, no ingresa el gorgojo. El grano se seca limpio y mantiene su color amarillo característico”.
Elvia conversa que en tiempos difíciles estas reservas ayudan en la alimentación de la familia. Por eso en su vivienda de bahareque, de una planta y techo de teja, guarda más de 200 mazorcas que cosechó en agosto del año pasado. “Se secarán con el viento, no le ponemos al sol. Lo importante de este proceso es que no contiene químicos ni preservantes” afirma Barahona.